15 de enero de 2025

Corpus Christi

Tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos, para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron. 

Corpus Christi nos enseña lo que significa comulgar: tomarlo, recibirlo en todo nuestro ser. No se puede comer simplemente el Cuerpo del Señor, como se come un trozo de pan. Solo se le puede recibir, en tanto abrimos para Él toda nuestra vida y es asi que el corazón se abrirá para Él.  

También, nos recuerda que la Eucaristía es una comida de hermanos, lo cual implica reconocer en el otro la igualdad de nuestras comunidades, vernos sin distinción unos a otros. Entre nosotros, no puede haber diferencias, sino todo lo contrario, relaciones de fraternidad y de solidaridad, porque esa es la verdadera comunión.  

Así es el corazón de Jesús: imparable en la entrega; su deseo, darse a sí mismo; irreprochable en su amor, el amor más puro, que no tiene otra intención que ver por el bien de aquellos a quienes ama. Solo entregándolo a nuestros hermanos es como el pan compartido se multiplica, lo mismo pasa también con nuestra vida y con nuestro amor. 

Ojalá que el Jesús Eucaristía, con el que nos encontramos en cada mesa del altar compartida, sea para nosotros, no solo recordatorio eterno del Dios que entrega todo de sí para estar con nosotros; sino, también, invitación a darnos a nosotros mismos y permitirle que bendiga, reparta y multiplique nuestra vida y nuestro amor. 

El Papa Francisco nos invita siempre a salir de la pequeña habitación de nuestro yo, a ser una sala amplia, no un círculo pequeño y cerrado, sino una comunidad con los brazos abiertos de par en par, acogedora con todos.  

No podemos tomar el pan un domingo, si el corazón esta cerrado a los hermanos y no compartimos con el otro su necesidad, como Jesús lo hace con nosotros, que no solo dio su vida, sino que se quedó con nosotros, 

Agradezcamos la oportunidad de recibirlo en cada Eucaristía, convirtámonos en esa custodia, porque, en ese pan tan pequeñito, nos recuerda que quiere quedarse con nosotros, solo nos pide dejarlo entrar. 

Recibamos esta hermosa invitación a dejar hacernos por Dios, esa necesidad de conversión personal, tambien comunitaria, como diría esa frase: que seamos hermanos en Cristo con un solo corazón y una sola alma en el amor. 

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