8 de febrero de 2025

Vaticano

Ven, Señor Jesús

El Papa Francisco nos comenta que Jesús nos da esperanza al decir a los discípulos: «El Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho» (Jn 14,26). Con ese todo, Dios no quiere convertirnos en eruditos, más bien, el Espíritu nos hace ver todo un modo nuevo, según la mirada de Jesús: “En el gran viaje de la vida, el Espíritu nos dice por dónde empezar, qué camino tomar y el estilo de cómo caminar”.

Jesús nos dice: «Si me aman, cumplirán mis mandamientos» (v. 15). Nosotros pensamos al revés: si cumplimos, amamos, pero el Espíritu nos recuerda que, sin el amor en el centro, todo lo demás es vano. Este amor es un don, no nace de nuestras capacidades. Él es quien nos hace sentir amados y nos enseña a amar, es el “motor” de nuestra vida espiritual, mueve todo en nuestro interior. Pero, si no comenzamos por el Espíritu, con el Espíritu o por medio del Espíritu, el camino no se puede hacer.

Él mismo nos lo recuerda: en el perdón de los pecados nos sentimos llenos de su paz, de su libertad y de su consolación. Siempre recordamos lo que va mal, los fracasos y las deficiencias: “Ves, otra caída, otra desilusión, nunca lo conseguirás, no eres capaz”. En cambio, el Espíritu Santo nos recuerda lo contrario: “¿Has caído? Eres hijo Dios, eres una criatura única, amada, Dios confía en ti” y transforma esas heridas que te queman por dentro. Los Apóstoles habían abandonado a Jesús antes de la Pasión, Pedro lo había negado, Pablo había perseguido a los cristianos. ¡Cuántos errores, cuántos sentimientos de culpa! Y nosotros pensamos en los nuestros… Por sí mismos no podían encontrar una salida, pero el Espíritu sana los recuerdos con el amor de Dios y su mirada sobre nosotros. Así, nos enseña a perdonar, a perdonarnos, a reconciliarnos con el pasado y volver a empezar.

El Espíritu Santo nunca te deja tirado en el suelo, siempre te toma de la mano, te consuela y te alienta. Las amarguras, el pesimismo, los pensamientos tristes, la envidia vienen del mal (autocompadecerte, quejarte, criticar y echar la culpa a los demás…).  El Espíritu nos da la mano y nos levanta, haciéndonos tomar la iniciativa, llevando esperanza y alegría, a amar el aquí y el ahora, a la luz del sol, en la transparencia y la sencillez.

El Espíritu nos funda como Iglesia. Los discípulos estaban escondidos en el Cenáculo, encerrados en ellos mismos, y el Espíritu descendió e hizo que salieran; el Espíritu enseña a la Iglesia la necesidad de salir. Dios nos enseña a ser una casa acogedora, sin muros divisorios, nos invita a olvidarnos de nosotros mismos y a abrirnos a todos, a recorrer caminos nuevos de testimonio, pobreza y misión, para liberarnos de nosotros mismos y enviarnos al mundo.

El Papa nos invita a que invoquemos al Espíritu Santo, cada día, para que nos recuerde que debemos partir siempre de la mirada de Dios sobre nosotros, tomar decisiones escuchando su voz y caminar juntos, como Iglesia, dóciles a Él y abiertos al mundo.

https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2022/documents/20220605-omelia-pentecoste.html

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