5 de julio de 2024

Editorial

En mayo, Pascua, la alegría de la resurrección puede llegar a confundirnos… Es Pascua sí, el Señor Jesús vive para siempre, más nos toca esperar… esperamos a alguien… el propio Jesús resucitado exhorta a esperarlo. 

Tal como los apóstoles nos sentimos autosuficientes, partimos más de nuestra alegría y de la grandiosa noticia de la resurrección que del plan de Dios y de la conciencia de lo frágiles que hemos sido y seguimos siendo. Los Apóstoles creían que sabían, creían que tenían, creían que podían… Se endiosan por haber sido testigos de la victoria de Jesucristo y ser discípulos del Hijo de Dios.  

Saben de todo esto y de Su Palabra, creen que tienen lo necesario para emprender una vida nueva y comunicarla al mundo, creen que pueden continuar la misión del Maestro. Pero ni tienen, ni saben, ni pueden: carecen de los dones, desconocen mucho de lo que resta para la Verdad completa y, sus fuerzas, vienen de la carne no de lo alto… Toca esperarlo (Hch 1, 4-5.8), al paráclito prometido por Jesús, al Espíritu Santo.  

Tere Rojas tomando de la experiencia mística de Concepción Cabrera nos anima a vivir un Pentecostés en cada persona: “¡Dichoso el espíritu que se me consagra! Yo formaré, en Él, mi nido y lo haré santo … le daré mis dones y mis frutos y conocerá una vida interior de luces y de misterios, oculta a la mayor parte de los hombres.” 

Celebraremos la Ascensión del Señor, en gran medida porque de ella sigue Pentecostés. El P. Sergio García lo refiere así: “en la Ascensión del Señor que celebramos,  se  levanta   nuestra mirada y  nuestros brazos se extienden hacia arriba esperando recibir al otro Paráclito, el que los (nos) llevará a la verdad completa, el que actuará, en ellos (nosotros), para continuar la obra de Evangelización. Aleluya, aleluya”. 

Una evangelización que requiere absolutamente del Espíritu Santo. “El Espíritu Santo enseña a la Iglesia la necesidad de salir.” recuerda Guadalupe Moreno. Después del primer impulso kerigmático parece que los apóstoles pierden aquella inquietud por marchar de Jerusalén…se acomodan a la evangelización judía y en casa. El sacudimiento por la ejecución de Esteban, protomártir cristiano, será la explosión por la cual el Espíritu Santo difundirá por medio de los perseguidos la Buena Noticia fuera de Jerusalén (Hch 8, 1. 4-5).   

El Espíritu es pues el auténtico promotor vocacional. El P. Bernardo nos invita a preguntarnos “¿Cuál es mi vocación?” Para quienes vivimos la Espiritualidad de la Cruz entendemos que nuestra misión se expresa, primordialmente, de tres modos: generar procesos de santidad, construir el pueblo sacerdotal e impulsar el compromiso de solidaridad.  

La felicidad plena es un Don Divino. Sonia Villaseñor nos comparte como Jesús instruyó a Conchita, diciéndole: “…El alma recta posee la paz del Espíritu Santo y es feliz”. 

Mayo también es mes de María, como sucediera con ella pedimos para todas las mamás el Espíritu Santo las cobije (cfr. Lc 1,35), y haga de todos nosotros, como con ella, sus Misioneros. 

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