8 de julio de 2024

Encuentro personal con Dios

Tiende sin cesar a todo lo recto y santo 

Estimado lector, seguiremos avanzando en la cadena de amor, que Jesús dictara a Conchita Cabrera de Armida. Hoy, analizaremos la décima regla, que consiste en buscar la santidad, pero ¿cómo lograrlo?

Si reflexionamos sobre la vida de Jesús, encontraremos que, en todo, buscó hacer la voluntad de su Padre. Para conseguirlo, tuvo que desprenderse de sí mismo, para poder dar la imagen de Dios. Te preguntarás ¿de dónde tomaba la fuerza necesaria para lograrlo? Jesús encontraba su alimento en la oración frecuente, sabía que su tarea consistía en dar gloria a Dios, su vida, en sí misma, fue una alabanza a la gloria de Dios Padre y, en su obrar, reflejó, en todo momento, la misericordia de Dios. 

Hoy en día, como cristianos católicos, enfrentamos muchas aspiraciones mundanas poco santas. Es ahí donde Jesús nos invita, para que recorramos, con Él, nuestro diario caminar. A veces, se piensa que caminar con Jesús implica sufrir y no nos damos cuenta de que el sufrimiento es inherente a la vida humana, tarde que temprano, viviremos esa cruz, ¡Qué mejor que vivirla de la mano de Jesús! Él nos dará la fortaleza, la esperanza y el amor para atravesar esos momentos. 

Ahora bien, la práctica de la rectitud hará que ordenemos nuestra vida, nos evitará cometer imprudencias, nos alejará del vacío existencial, ya que nos moverá a actuar correctamente. Como fruto, tendremos nuestra conciencia siempre tranquila. Jesús instruyó a Conchita, diciéndole que la rectitud es hija del orden y de la justicia, es nuestra brújula divina, que nos lleva a un solo punto: Dios. “…El alma recta posee la paz del Espíritu Santo y es feliz”. Sus enemigos son la turbación, los engaños, las imaginaciones que la atormentan. Sus escollos son la debilidad y la condescendencia culpable.

Sin embargo, contamos con armas para luchar contra ello: la humildad, que hemos hablado de que es la madre de todas las virtudes y la pureza de intención, que es, en todo, buscar el bien. Sigamos el ejemplo de la Virgen María, quien guardaba en su corazón todo lo que veía y escuchaba de su hijo, para actuar en consecuencia.   

Reflexionemos: ¿En qué tipo de actitudes me falta rectitud? ¿Busco caminar por senderos rectos y justos, o me llaman la atención las situaciones de peligro y las emociones fuertes? ¿Busco la santidad, en mi obrar de cada día? Hagamos oración, para que el Espíritu Santo nos conceda saber discernir lo bueno, lo bello, lo santo y lo perfecto en mi vida. 

Referencias: Vera, C. (2019) Vivir la Cadena de Amor. México: Publicaciones CIDEC

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