5 de julio de 2024

Por los caminos del Evangelio ¡Felicidades, Jesús resucitado!

Ha sido un camino largo y no es el final de camino la Pascua del Señor. Es el nuevo y definitivo punto de partida: Jesús ha resucitado. Ya hay armonía, la materia salta de gozo porque, por fin, sabe quién es y para qué es. 

Cristo ha resucitado, resucitando cada día y resucitándonos con Él. Cristo, por su muerte, nos ha llevado a la vida. Ahora, nosotros, con su vida, damos muerte a la mismísima muerte del pecado personal, social, general. 

Cómo entender que coexisten la resurrección de Cristo y los indiferentes, reticentes, violadores, secuestradores, asesinos de no nacidos, traficantes, pederastas… ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo se vivirá la resurrección? No lo sé y me gustaría saberlo. Si no lo sé, ¡como que no me sabe la resurrección de hoy! Pero, Él sí lo sabe, la gran y buena noticia de la resurrección es la posibilidad de una vida nueva, de una fraternidad universal, de un mundo solidario, de una sociedad capacitada, ya desde ahora, para algo nuevo y definitivo. 

La dinámica es la misma: morir y resucitar, para volver a morir y volver a resucitar y, así, caminar de plenitud en plenitud… Empecemos a caminar como resucitados, haciendo de esta vida nueva nuestra tarea de cada día. Lo sepa o no, nuestro mundo se muere de ganas por llegar a ser plenitud de vida, en todo y para todos. Ahora sabe que puede hacerlo, porque Cristo ha resucitado.  

La resurrección de Jesús me importa, por sobre todas las cosas: la creo, la vivo, la entrego, al mismo tiempo que me quedo con ella. Ser a imagen y semejanza de Dios radica en la posibilidad que toca las fibras más delicadas de nuestra humanidad. Más que ser resucitados, empecemos a caminar como resucitados, haciendo, de esta vida nueva, nuestra tarea de cada día.  

El Evangelio es siempre buena noticia, pero, ahora, renueva caminos, despierta a los adormilados, fortalece a los que decaen, afianza rodillas vacilantes, apasiona por la verdad y la vida nueva. 

¡Felicidades, Jesús resucitado! ¡Bienvenido a la vida, para tomarla y llevarla a la eternidad! Que sea tu resurrección el lente que nos permita contemplarnos y amarnos, entregarnos y gastarnos por el Evangelio. Que no nos preocupe empezar cada día como si fuera el primero. A veces, nos parece desproporcionado el esfuerzo por la fidelidad, en comparación con los retos de un mundo empeñado a resistir al amor y dejarse llevar por la guerra.  

Resucítanos contigo, Señor Jesús. ¡Por favor! 

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