8 de julio de 2024

Las Causas de H. Alfonso Pérez Larios, M.Sp.S. (19)

Abril 2023 109 

Continuación… 

Durante este tiempo, la congregación tuvo grandes penas: primero, la muerte de la Sra. Concepción Cabrera de Armida, el 3 de marzo de 1937, y, después, la del P. Félix Rougier, el 10 de enero de 1938. 

El hermano Alfonso Pérez había escogido, desde su entrada al noviciado, como director espiritual, al P. Félix. No es difícil imaginar lo que su muerte le significó. Las enseñanzas recibidas, para su orientación de vida religiosa y su santificación, formaron su espiritualidad, no solo durante la vida del P. Félix, sino hasta los últimos días de su propia vida. 

Poco después de la muerte del P. Félix, se realizó el Tercer Capítulo General de la Congregación, saliendo electo el R. P. Edmundo Iturbide, quien hizo la fundación del Santuario de Guadalupe del Centro en Irapuato.  

La fundación de Celaya continuó durante una temporada y, después, se suprimió (el 29 de mayo de 1940). Cuando, a principios de 1939, se fundó la Casa de Puebla, el hermano Alfonso fue designado para esa nueva fundación, que se realizó el 12 de marzo de 1939 (en el templo de la Concepción), pero él fue destinado al escolasticado. La casa que ocuparon los estudiantes era propiedad de la Sra. Trinidad Hirmanns, quien vivía en la planta baja, con sus cuatro hijos, a quienes, difícilmente, podía gobernar. Los ocho estudiantes, cuatro padres y el hermano Alfonso ocupaban la mitad de la parte alta del edificio, calle 2 Oriente. 

El P. José Guzmán, quien vivió en esa casa, recuerda el modo de regañar, de Doña «Trini», a sus cuatro hijos. Los estudiantes de filosofía y teología se aprendieron muy bien la frase con que, invariablemente, terminaba los regaños que les daba, que pronunciaba en una sola emisión de voz, pues, de no hacerlo así, sus hijos la interrumpían cuando trataba de respirar y no la dejaban concluir. El final invariable era: «Ya me da vértigo de tanto regañar» … Los estudiantes, desde arriba, gozaban viendo el espectáculo, y el hermano Alfonso les decía: «Ya, métanse, no está bien que anden oyendo eso»; pero el hermano Joaquín Antonio Peñaloza (ahora Monseñor) le contestaba: «hermano, necesitamos aprender a regañar, para tener práctica cuando nos envíen a la Escuela Apostólica». 

Continuará… 

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