8 de julio de 2024

Mirar hacia lo alto Una mirada a la cuaresma

Queridos hermanos, ahora que estamos viviendo la Cuaresma, iniciada el pasado 22 de febrero, la Iglesia nos invita a vivirla con un espíritu nuevo y renovado, ofreciendo sacrificios con el ayuno, limosna y oración, para dar gloria de Dios y por la conversión del mundo. Lamentablemente, estas prácticas se han ido perdiendo. Muchos llegan al Miércoles de Ceniza y, después, a desayunar y, los viernes de Cuaresma, no comen carne, pero sí mariscos. Se nos ha olvidado el sentido de estas prácticas, para ofrecer en santo sacrificio estas oblaciones.

La Cuaresma, mis hermanos,

No es para cubrir y palomear una costumbre religiosa.

No está ajena a la oración, penitencia y ayuno.

No es sincretismo religioso, es ofensivo para el Señor hacer mezclas de filosofías y pensamientos religiosos y vivir solo lo que nos acomoda y apetece.

No está ajeno a la Semana Santa, ni a la Pascua.

No es para bajar de peso y comer mariscos.

“Volved, a Mí, de todo corazón, con ayuno, con llantos y con duelo. Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos; volved a Dios, porque Él es clemente y compasivo, lento a la cólera, rico en amor y se retracta de las amenazas. Y digan, – perdona, Señor, a tu pueblo-“. Jl.2,13.17

Es tiempo de conversión, que significa volver nuestra mirada, una y otra vez, a nuestro creador, a través de la Confesión.

Es momento de perdonar las ofensas de los demás, perdonarse a sí mismo y de pedir perdón a quien hemos ofendido.

Es temporada de misericordia, necesitamos ponernos en los zapatos de otros, para no juzgarlos, respetarlos y amarlos.

Es época de generosidad, saber desprendernos de nosotros mismos; es ayunar y absternerse de comer carne los viernes, no para suplirla, sino para liberarse de los apegos carnales y poner el corazón en Dios, y para sentir el hambre de los más necesitados para que nos arranque del corazón nuestro apoyo y solidaridad. También, es oportuno desprendernos de nuestro tiempo, para ir a encontrarnos con el prójimo, es una oportunidad para la escucha.

Es tiempo de la gracia de Dios.

Pidamos, al Espíritu Santo, que nos vacíe el corazón, para poder llenarlo de la gracia de Dios. Amén.

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