8 de julio de 2024

Inyecciones de fuego ¿Me ayudas con esta cruz?

En abril de 1894, estando Concepción Cabrera ante una imagen de Jesús con la cruz a cuestas, ella escucha que le dice: «¿Qué, no me ayudas con esta cruz, no me darás algún descanso? Nadie me la quita, ni siquiera me ayudan a llevarla; ¿y tú no, no me ayudas?» Ella le responde: «No solo te ayudo, mi Tesoro […], sino que te la quito de mil amores y te pongo en un Trono; y esa corona también me pertenece»1

Este diálogo nos hace recodar al Cireneo. Cuando llevaban a Jesús rumbo al Calvario, con la cruz a cuestas, «tomaron a un tal Simón de Cirene que venía del campo y le pusieron la cruz encima, para que la llevara detrás de Jesús» (Lc 23,26). Sin duda que, de haber estado allí ese día, nos habría gustado haber realizado la tarea del Cireneo. 

Hoy, Jesucristo sigue cargando una cruz, sigue padeciendo en tantas personas que, por diversas causas, experimentan un sufrimiento. El Documento de Puebla (31-39) y el Documento de Santo Domingo (178) nos hablan de «rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor». 

Tú y yo conocemos personas que hoy están sufriendo, que cargan una pesada cruz, que se sienten «angustiadas y abatidas» (Mt 9,36), que experimentan que Dios las ha abandonado, que buscan consuelo y en ninguna parte lo encuentran. 

Si el primer Viernes Santo no pudimos realizar la tarea del Cireneo, sí podemos realizarla hoy. Acerquémonos a una persona que esté sufriendo, escuchemos a Jesús que nos suplica: «¿Me ayudas con esta cruz?» y, de la manera que el Espíritu Santo nos inspire, ayudémosle a llevarla. 

Entonces, al término de nuestros días, escucharemos a Jesús que nos dice: «Ven, toma posesión del reino preparado para ti, porque yo cargaba una pesada cruz, y tú la tomaste y la pusiste sobre tus hombros» (cf. Mt 25,34-40). 

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