3 de julio de 2024

Reflexiones de un millennial católico: Ante todo, contemplativos

Cuando el padre Félix de Jesús Rougier explicaba cómo deben ser los Misioneros del Espíritu Santo, formuló un pilar de la Congregación: “…ante todo, contemplativos y, después, hombres de acción”. Con esto, el padre Félix quería expresar que su congregación no es una comunidad puramente de oración silenciosa (como los monjes de clausura), pero tampoco es puramente de vida activa.  

Es necesario hacer actos, para que Cristo sea conocido en el mundo, también lo es evangelizar y tener un programa de acción, para llevar a los hechos nuestra fe, pero, antes de eso, el ser humano debe nutrirse con la escucha activa, a lo que Dios nos quiere decir, y rumiar internamente eso que Dios nos expresa.  

Pienso que esta máxima tiene que aplicar no solo a los M.Sp.S., sino también a toda la Iglesia. Pero, además, me atrevería a decir que la contemplación no solo debe ser hacia lo divino, sino también hacia lo humano.  

Debemos hacer silencio interno, para saber qué es lo que Dios quiere decirnos, pero es igual de necesario, a veces, hacer una pausa en el camino y escuchar qué es lo que la humanidad, en general, siente, piensa, expresa y reflexiona, para poder hacer más eficaz nuestro testimonio cristiano.  

Esto nos lo recuerda Benedicto XVI, en su encíclica Deus Caritas Est,, cuando, parafraseando a San Gregorio Magno, expresa que, para ser un buen pastor, es necesaria la contemplación hacia sus hermanos, para poder captar las necesidades de los demás y hacerlas suyas.  

¡Cuánto nos falta, como cristianos, hacer silencio! Cuánto nos falta, a veces, tener la humildad de callarnos, para escuchar cuáles son las necesidades de los hombres y mujeres de nuestro siglo, qué les apasiona y qué les duele y, más aún, para saber en qué hemos contribuido como creyentes en esas pasiones y dolores.  

Esto no quiere decir que “nuestro silencio cristiano” deba ser cómplice ante las injusticias del momento, al contrario, deberíamos ser nosotros, como creyentes, los primeros en alzar la voz para defender al menos privilegiado, pero sí implica que nuestros actos deben venir de un verdadero espíritu humilde de pastoral, de acompañamiento y aprecio hacia el otro y no de una posición de poder o superioridad moral, que cree tener todas las respuestas ante cada situación de la vida cotidiana.  

Seamos hombres y mujeres de acción, pero, antes de eso, seamos hombres y mujeres contemplativos, ante lo humano y lo divino, para poder, de verdad, mostrar de forma más humana el rostro de Dios.  

¡Ánimo firme! ¡Que viva la Cruz (silente y actuante)! 

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