5 de julio de 2024

H. Alfonso Pérez Larios, M.Sp.S. (17)

ENERO 2023   107 

Continuación…  

También, cabe hacer mención del hecho de que, a pesar de las difíciles circunstancias por las que atravesaba el país, el número de novicios coadjutores creció. Además de los que ya había en la congregación, se agregaron otros doce.  

Uno de los formadores era el hermano coadjutor Bernardo Sarabia, pero, por circunstancias desconocidas, tuvo que suplirlo el propio hermano Alfonso. Lo que podemos deducir de esto es que el Hermano Alfonso sufrió, junto con la congregación, esos momentos tan difíciles para el clero mexicano. 

Los novicios se fijan en todo y observaron todos los detalles y el modo de ser del hermano Alfonso, que venía con fama de santo, según lo que decían los padres que regresaban de Roma: su piedad, su amor al trabajo, su observancia religiosa. 

El P. Pablo Vera, entonces novicio, recuerda muchos datos de él: «Recuerdo su abnegación y caridad en servir a sus hermanos y el modo apacible con el cual realizaba su trabajo. Siempre vi al hermano Alfonso dedicado a su trabajo, con una actividad continua, pero sosegada. No recuerdo haberlo visto impaciente, ni actuar con precipitación. Sin embargo, todo lo tenía a tiempo para que la comunidad pudiera seguir puntualmente su horario. 

(…) Su vida seguía por los mismos cauces, sin desmentirse de las virtudes que lo caracterizaron: humildad, sencillez, caridad, laboriosidad, obediencia, espíritu de fe y fidelidad a la oración». 

El hermano duró poco tiempo, allí, cumpliendo su misión de formador, sobre todo, mediante el ejemplo. Solo estuvo medio año, pues, enseguida, fue destinado por el P. Félix Rougier para la fundación de Celaya.  

Un buen día, a fines de mayo, estaba el hermano Alfonso en el noviciado, cuando recibió carta del P. Félix, fechada el 26 de mayo de 1936. Se fue a la capilla y, allí, abrió el sobre y leyó lo que sigue: «Nombramiento. Lo saludo muy afectuosamente y le aviso que lo he nombrado, para que vaya a trabajar en la nueva Casa que se va a fundar en Celaya, bajo las órdenes de su nuevo Superior el R.P. Domingo Martínez. ¿A qué va? A ayudar en todo lo que pueda, sin duda, pero, sobre todo, a hacerse santo, que, para eso, Dios, Nuestro Señor lo llamó a esta hermosa vocación de Misionero del Espíritu Santo. ¡Que Nuestro Señor lo haga santo y feliz! ¡Que lo haga ganar muchas almas!». 

Continuará… 

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