8 de julio de 2024

Palabras para iniciar este año

P. Rogelio Cárdenas, M.Sp.S. 

Al iniciar el año, agradezco y bendigo a cada persona cuyo rostro y corazón habitan en mi corazón. Aunque en ocasiones sea torpe para amar, sé cuánto me nutren los vínculos significativos y cómo las relaciones me ayudan a fluir. 

Por eso, los invito a practicar rituales sencillos y elocuentes en significado, para recordar cotidianamente: 

Cuidar los vínculos, cultivar la amistad (que es don), orar, escuchar con atención, ofrecer comprensión y sincera expresión.  

Gestionar los malestares, asumiendo la propia responsabilidad y evitando juicios y culpas. 

Saludar cordialmente, estrechar la mano extendida con firmeza, mirar a la persona con la que converso, tratando de mirar desde su mirada. 

Cuidar el tesoro de la confianza, con la verdad al hablar y la discreción al conservar la intimidad. Fuerza y ternura para abrazar, confianza plena con quien pueda reír, bailar o jugar. Y saber que pocos son, de verdad, compañeros de lucha.  

Admirar los talentos de los demás, sobre todo, cuando se impregnan de auténtica humildad, indicio de sabiduría. 

Evitar la falsa modestia y valorar el buen humor inteligente. Ser cauto con la brillantez del narcisista, la ira latente del amable y la aparente audacia de quien cree que no tiene nada que perder. Rehuir el sarcasmo, un vicio repugnante para humillar y valorar la ironía, un don de humor inteligente, que algunas personas reciben y comprenden. De poco ayuda juzgar pronto con sentencias como “bueno” o “malo”. Es más sano reconocer, aceptar, comprender, expresar y fluir desde dentro., 

Procurar que los más jóvenes se sientan fuertes y con esperanza y las personas mayores se sientan valoradas en su experiencia. Hacer el bien a los demás, haciéndolo bien y con gratuidad. 

Reconocer y comprender nuestra interioridad y todo lo que la habita (es sagrada). Aceptar lo que sentimos, abrazar la nostalgia, agradecer la paz y la alegría, comprender el enojo, no temer al miedo, serenarse en la angustia y afrontar con realismo lo que acontezca. 

Y, lo más importante, vivir, amar, disfrutar, madurar, respirar profundamente, orar, bendecir. Y ser, en Cristo, la mejor versión, nuestra hermosa vocación. 

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