5 de julio de 2024

Vaticano Tiempo de cuaresma

El Papa Francisco nos comenta que, este 22 de febrero, da inicio el tiempo de Cuaresma. Normalmente, el Miércoles de Ceniza, nuestra atención se centra en el compromiso que requiere el camino de fe, más que en la recompensa. 

El Señor distingue dos tipos de recompensa: por un lado, la recompensa del Padre y, por el otro, la de los hombres. La primera es eterna, la verdadera y definitiva, el propósito de la vida. La segunda es transitoria, el éxito mundano es la mayor gratificación. Por eso, Jesús nos advierte: «Tengan cuidado», como si nos dijera: “Tienen la posibilidad de disfrutar de una recompensa infinita; tengan cuidado de no dejarse deslumbrar por las apariencias, persiguiendo recompensas baratas, que se desvanecen en vuestras manos”, expresa Francisco. 

El rito de la ceniza, que recibimos sobre la cabeza, tiene por objeto salvarnos del error de anteponer la recompensa de los hombres a la recompensa del Padre y nos lleva a reflexionar sobre la caducidad de nuestra condición humana. Incluso la oración, la caridad y el ayuno pueden convertirse en una simple apariencia…  

La Cuaresma es un tiempo que el Señor nos da para volver a la vida, para curarnos interiormente y caminar hacia la Pascua, hacia lo que permanece, hacia la recompensa del Padre, para vivir cada día con un espíritu nuevo. Este es el propósito de la oración, la caridad y el ayuno. 

La oración, hecha «en lo secreto» (Mt 6,6), hace que la vida florezca hacia afuera, reconforta y abre el corazón. Dejémonos invadir por la conmovedora ternura de Dios y pongamos en sus llagas nuestras heridas y las del mundo.  

La caridad, hecha sin llamar la atención, da paz y esperanza al corazón. Nos permite descubrir que: «La felicidad está más, en dar, que en recibir» (Hch 20,35). 

El ayuno nos ayuda a mantener en forma el espíritu y nos reconduce a darle a las cosas su valor, recordándonos que la vida no debe estar sujeta solo a este mundo. El ayuno no debe limitarse solo a la comida sino, también, a lo que nos hace dependientes, para que realmente tenga un impacto nuestra vida. 

El Papa nos explica que los efectos de la oración, la caridad y el ayuno pueden cambiar la historia, pues quien los experimenta los transmite a los demás y, sobre todo, porque son las vías que permiten a Dios intervenir en nuestras vidas y en la vida del mundo. Son las armas del espíritu. Pidamos a Dios para que devuelva la paz a nuestros corazones y dé al mundo entero Su paz, finalizó. 

https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2022/documents/20220302_omelia-ceneri.html

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