3 de julio de 2024

Reflexiones de un millennial. Muchas gracias Benedicto XVI

Originalmente, mi artículo iba a tratar sobre cómo pienso que la Iglesia debe tener momento de silencio para contemplar a la sociedad actual y, así, poder ejercer mejor su papel de acompañante y testigo, para los hombres y mujeres del siglo XXI. Dicha reflexión, la inicié luego de leer Deus Caritas Est, la primera encíclica de Benedicto XVI y la que, en sus propias palabras, fue la encíclica de la que más se sintió satisfecho durante su pontificado.  

Sin embargo, redactando dicho artículo, ocurrió el fallecimiento del Papa emérito y, tomando en cuenta que este mes, en el que se cumplen 10 años de su renuncia, será la primera vez que recordemos dicho acontecimiento revolucionario sin la presencia de Joseph Ratzinger, por lo que quiero rendir un sentido homenaje al Papa de la razón, pero al que considero que le vendría mejor el título de “El Papa del amor”.  

Este artículo, más que una reflexión, es una emotiva carta de agradecimiento, desde lo profundo de mi corazón. La hago porque, como nos pasó a muchos católicos, comprendí a Benedicto XVI tarde. Empecé a leerlo después de su renuncia y empecé a quererlo una vez que era emérito. Pero, como dicen, es mejor tarde que nunca y agradecido con Dios que nos lo hubiera prestado por casi 10 años más, posteriores a su renuncia, porque así nos dio tiempo a muchos de poder redescubrir el pensamiento del Papa Ratzinger y empezar a comprenderlo y quererlo.  

Que esto nos quede como lección. Amemos al Papa reinante, sea quien sea. Amemos y oremos por el Papa Francisco, pero, también, por quien le siga, pues, afortunadamente, hemos vivido tiempos en los que los Papas se creen verdaderamente que son “Vicarios de Cristo” y, aún con sus errores, la intención de guiarnos hacia Dios está presente en sus decisiones y acciones. 

Muchos hablarán de Benedicto XVI como el mayor teólogo del siglo XX y tienen razón. Pero, también, me gustaría que nos detuviéramos a pensar en el Ratzinger humano, ese que sentía y amaba. Ese que se expresó tan bello del amor, que se notaba que lo había experimentado en carne propia, desde su humanidad sentimental y no sólo desde su racionalidad. Ese que clausuró su vida con una frase que pudiera parecer hasta infantil, pero que resume 95 años de existencia: “Señor, te amo”, “Jesús, te amo”.  

¡Muchas gracias, Benedicto XVI! Muchas gracias por tu servicio y por tu entrega. Muchas gracias por tu voluntad y por tus enseñanzas, pero, sobre todo, muchas gracias por tu amor hacia nosotros, los hombres y mujeres de los siglos XX y XXI. Perdónanos por no haberte entendido a tiempo y, por favor, ruega por nosotros ante ese Dios que tanto amaste.  

¡Muchas gracias, Benedicto XVI! Requiescat in pace et caritate.  

Deja un comentario