1 de julio de 2024

La familia deseada por Dios

El modelo de la familia deseado por Dios es el mismo que eligió para hacerse presente en la humanidad: un padre proveedor, que dirigiera sin dominar a los miembros de su familia; una madre que atendiera, consolara y animara a los que integran la familia; y los hijos, que se responsabilizaran de actividades concretas, construyendo, así, una entidad de comunicación y colaboración, para que toda la familia crezca en amor, conocimiento y fortaleza, 

Al inicio del año, siempre vemos esa imagen tan hermosa, de la Virgen, junto al pesebre, que hace de cuna al pequeño Jesús y, junto a ellos, un José, atento y absorto de felicidad. Al ver al pequeño lleno de alegría, rodeado de seguridad y amor, nos trae el recuerdo de nuestra propia familia, reunida, atendiéndose y alegrándose en la presencia de cada uno de sus integrantes, 

Esta alegría nos llena de esperanza, al ver a Jesús Niño santificando, con esa experiencia. En todas las etapas de la vida del hombre, desde la concepción hasta la muerte, la  familia es el entorno natural y santificado de todos nosotros, donde encontramos los elementos necesarios para desarrollarnos y ser miembros de la comunidad de manera activa, útil y feliz, pues, así, podremos compartir nuestras capacidades, expresar nuestras necesidades, a fin de colaborar en la construcción de una sociedad en que haya verdad, justicia y amor; donde la paz sea resultado de la comunicación y entendimiento de todos los seres humanos; donde cada uno encontremos, con libertad, el espacio donde construir nuestra vida y nos sintamos seguro entre los que integran nuestro entorno.  

Hoy, el modelo familiar se rompe, porque sus integrantes no lo construyen como modelo estable y seguro, sino que, muchas veces, solo por satisfacer sus necesidades, deseo de compañía y atención personal, sin buscar una mutua determinación para crecer uno en el otro, creando una vida nueva, no solo en los hijos, sino en sí mismos. La santidad de esta entrega depende, ciertamente, del deseo y disposición que tengamos de aceptar el don que Dios nos da. 

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