5 de julio de 2024

Reflexiones de un milenial

Dios se sigue haciendo carne, para habitar entre nosotros… 

Ya es diciembre, final del año. Esta época se presta muchísimo para hacer reflexiones de todo tipo, pues es un tiempo en el que nos predisponemos para celebrar con alegría y rodeados de los seres queridos.  

Para nosotros, cristianos, esta fiesta es, además de una oportunidad de unión familiar y fraternal, uno de los tiempos más importantes de nuestra fe. Independientemente si la fecha sea o no la exacta, lo cierto es que, el 25 de diciembre, recordamos y celebramos que todo un Dios se hizo carne, para entrar en el mundo. Con su encarnación, Jesucristo dignificó nuestra humanidad, para alzarla al lugar donde pertenecía, al de hijos muy amados de Dios.  

Y es que somos tan amados que, Dios, como buen padre, no quiso ver desde lejos nuestra existencia, sino que, por amor, se hizo semejante a nosotros (menos en el pecado). Desde su empatía y compasión, sintió lo que los seres humanos sentimos en nuestro peregrinar por la vida. En ese contexto, tiene mucho sentido cuando Jesús nos dice que, en el juicio final, se nos juzgará por lo que le hicimos a los demás, porque “todo lo que le hicieron a alguno de estos pequeños, a mí me lo hicieron”.  

Espero no estar tan equivocado, cuando digo que Dios se sigue encarnando en cada uno de nosotros, para afirmar que, dentro de nosotros, habita Dios y nos hace partícipes de su amor. 

Pero, si esto es cierto, entonces también es cierto que Cristo sigue naciendo pobre y desamparado en un pesebre… sigue naciendo sin un techo propio, desconocido y oculto de todos, sin que nadie le preste ni siquiera una cama donde poder descansar. Sigue naciendo rodeado de animales, en la suciedad, en el frío y en la miseria. Sigue naciendo olvidado, huyendo. Sigue naciendo con necesidad. Cristo sigue naciendo en cada uno de nuestros hermanos y hermanas, que se unen a Él en la pobreza, la marginación y el desamparo.  

Para el mundo moderno, Navidad es un sinónimo de consumismo. Para nosotros, que sea un sinónimo de encuentro, de compasión y de caridad, que tomemos ese lugar de los pastores, únicos testigos de una de las noches más santas de la historia de la humanidad, y que tratemos con igual reverencia la vida de todos, especialmente de los que, como Jesús, nacerán solamente al amparo de la caridad de los demás.  

Que nuestra Navidad sea un regalo para el mundo, en el que les mostremos a todos nuestra alegría por el nacimiento de nuestro Salvador, pero también que mostremos nuestra unidad como cristianos, en el amor y en la ayuda compasiva con el necesitado, con ese Dios que se sigue encarnando para habitar entre nosotros. 

Tengan, todos ustedes, una muy feliz Navidad. ¡Nos vemos en 2023! ¡Ánimo firme! ¡Qué viva la Cruz Encarnada! 

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