3 de julio de 2024

VATICANO El desperdicio y la pérdida de alimentos

El Papa Francisco, en la celebración del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos (septiembre 2022), resaltó la gravedad de este problema. Cuando la comida no se aprovecha debidamente, estamos a merced de la “cultura del descarte”. Una falta de interés por un valor fundamental: miles de seres humanos no pueden acceder a una alimentación adecuada. El alimento es un derecho básico y prioritario para todos.  

La pérdida y el desperdicio de alimentos es deplorable, dividen a la humanidad, entre los que tienen demasiado y los que carecen de lo esencial, aumentando la desigualdad, la injusticia y negando a los pobres lo que necesitan para vivir dignamente. 

El lamento de los hambrientos, privados del pan cotidiano, debe resonar en los centros donde se toman las decisiones. Según el Informe sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en el Mundo (SOFI 2022) el número de personas que padecen hambre en nuestro planeta aumentó significativamente. Como expresó Francisco, es necesario «recoger para redistribuir, no producir para dispersar» (Discurso a los miembros de la Federación Europea de Bancos de Alimentos, mayo 2019). ¡Desechar comida es desechar personas! 

Toda la comunidad internacional debe poner fin a la lamentable “paradoja de la abundancia”. ¡En el mundo, existe el alimento necesario, para que nadie se vaya a la cama con el estómago vacío! Se producen recursos alimentarios más que suficientes, para dar de comer a 8.000 millones de personas. ¡Hay que detener la especulación alimentaria! Dejar de tratar los alimentos, un bien fundamental para todos, como moneda de cambio para unos pocos. 

Por otra parte, este desperdicio, o pérdida de alimentos, contribuye al incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero y al cambio climático y a sus consecuencias. La tierra que explotamos gime, a causa de nuestros excesos, e implora que cesemos de maltratarla y destruirla, revirtiendo el rumbo de nuestras acciones, explicó. Pensemos en los jóvenes, agrandemos nuestro corazón, para cuidar la casa común que salió de las manos de Dios y que hemos de salvaguardar, respondiendo, con buenas obras, al mal que le causamos. 

Al finalizar, el Papa nos urgió a actuar buscando el bien común, pues se lo debemos a nuestros seres queridos, a las generaciones futuras y a quienes se encuentran golpeados por la miseria económica y existencial. Es inaplazable, tanto para los estados como para las grandes empresas multinacionales, para las asociaciones como para cada uno de nosotros, responder con honestidad al grito desgarrador de los hambrientos que reclaman justicia. 

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