5 de julio de 2024

Ante tanta muerte

«Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece» (Fil 4,13). 

Me preguntaba, desde la perspectiva de nuestra vocación cristiana, cuál es la respuesta ante tanta violencia y tanto y sufrimiento en el mundo. Cada día, sabemos de personas cruelmente asesinadas, por el crimen, la guerra o el odio, que enferma como pandemia. 

Matar parece haber perdido el tremendo impacto en el corazón de mucha gente. Se le ha puesto argumentos lógicos, títulos y eufemismos. Pero, en el fondo, sigue siendo oponerse a la vida, en cualquier forma o manifestación. 

Siento, con insistencia, este run run que traigo muy adentro… ¿Cuál es la respuesta ante ello? ¿El silenciamiento impotente? ¿El ajusticiamiento y las vendettas? ¿O el tan sabido “hacer la vista gorda” y, sabiendo que nada se puede hacer, contra quienes ejercen la fuerza y el poder, someterse y sobrevivir? 

Se me ocurre, desde mi vocación a la Espiritualidad de la Cruz, que la respuesta de Dios es nítida: ¡El sacerdocio cristiano! 

Todavía, mucha gente se auto excluye de él, relegando “lo sacerdotal” a los ministros ordenados o, en el mejor de los casos, a quienes se han consagrado en alguna institución religiosa. Poca conciencia hay del sacerdocio bautismal. Asocian el sacerdocio más con algo etéreo, casi angelical, y, por ello, muy distante de la vida mundana y humana, que con el «¡Aquí estoy!» del Misterio de la Encarnación. 

¡Cuánta necesidad de humanizarnos más! 

Cuánto necesitamos ser dóciles al Espíritu Santo, que habita amorosamente en nuestro corazón; ser liberados de tantos condicionamientos para sanar y recordar nuestra vocación original, vida plena a imagen y semejanza de Dios. 

Porque, como me ha dicho el padre Vicente Monroy, M.Sp.S., “No buscamos solamente la salvación, que se nos ha dado por el sacerdocio de Cristo, buscamos la santidad. 

Necesitamos comprender y creerle a nuestro sacerdocio. No para “ofrecerle” sacrificios a Dios, sino para ofrecer a Cristo y ofrecernos con Él, para hacer lo sagrado y hacernos nosotros mismos sagrados, unos para otros; dar vida dando la vida; vivir en clave de santidad; ser compasivos, misericordiosos, solidarios, fraternos y reconciliables.  

Porque nuestra vocación original es vivir plenamente, con fuerza, amando, cuidando, honrando y cultivando la vida. ¡Contemplar y actuar! 

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