8 de julio de 2024

Respuestas de amor a Dios

Amar, preguntando 

Algo que caracteriza al cristianismo es que nos podemos relacionar con Dios, de manera cercana, íntima. Dios es tan cercano que ha tomado, para sí, nuestra naturaleza humana, sin dejar de ser Dios, y le hemos conocido en la persona de Jesucristo. Así, nos relacionamos, con nuestro Señor, como dos que se aman. Veamos lo que, en las Escrituras, nos pregunta para ayudarnos a crecer: 

¿Dónde estás? (Gen 3,9) (Lc 14, 16-20). Dios nos busca para estar juntos y nosotros nos escondemos, o preferimos estar inmersos en otros asuntos. El caso es que Dios nos busca y se preocupa por nosotros, está atento a lo que nos sucede. 

¿Dónde está tu hermano? ( Gen 4,9) (Cor 12, 12-26). Lo que le pase a nuestro hermano, hermana, nietos, amigos, el prójimo, sí es de nuestra incumbencia. Su destino, el respeto que les debemos, también es cosa nuestra, porque todos formamos parte de un mismo cuerpo, que es el Cuerpo de Cristo, que debo cuidar y hacer crecer. 

¿De dónde vienes, a dónde vas? (Gen 16, 8). Esta pregunta está muy conectada con la anterior y nos lleva a la siguiente: ¿A dónde pertenezco? ¿A dónde voy con mi vida? ¿A quién pertenezco? Con una vida tan agitada, como la que vivimos hoy día, conviene que, en oración, nos preguntemos y respondamos sinceramente qué estamos haciendo con el don de la vida que nos ha dado el Señor. 

¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? (Jn 20, 15). ¿Qué me han quitado que lloro? Evaluemos si vale la pena estar metidos en la tristeza, sin mirar que Dios es más grande que nuestros problemas. Trabajemos por conservar la esperanza en Cristo Jesús, nuestro Salvador. Dejar de mirar a Jesús es dejar de mirar su compañía. 

¿Quieres curarte? (Jn 5, 1-9). Cuestionarnos esto nos ayuda a despertar. Hay una parte de nosotros que sí quiere curarse, pero, a veces, hay otra parte que prefiere la comodidad, la costumbre. Por eso es esta pregunta, para hacernos conscientes y sacarnos del adormecimiento espiritual. 

¿Quién dices que soy Yo? (Mt16,15) Solamente, en el encuentro de la oración y en el trato personal con Cristo, sabremos responderle esta pregunta. Una contestación de memoria no es una respuesta verdadera, porque lo que Jesús quiere es que experimentemos un trato de amistad con Él, un trato Yo-Tú. 

Finalmente, no tengas miedo de preguntarte a ti mismo ¿Quién es Este, que hasta el viento y el mar le obedecen? (Mc 4, 35-41).  Y de preguntarle a Jesús, en ese trato diario, en la íntima oración: ¿Quién Eres Tú, Señor, que cada día te amo más? 

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