5 de julio de 2024

La realidad que manifiesta Dios en nosotros

El entender la realidad de que Dios se hace presente en nuestra existencia, el aceptar aquello que nos otorga, y desarrollarlo en todo su potencial, nos hace sentirnos amados por Él y llevar ese amor presente en nosotros en servicio de los demás. Dios ha manifestado su anhelo en la existencia de cada uno de los hombres que transitamos por el mundo. 

El hecho de que tengamos voluntad e inteligencia nos permite ver que Dios nos da la oportunidad de elegir aquello que hacemos. Siempre, a lo largo de nuestra existencia, se hará presente la forma en que podamos entender, aceptar y realizar la voluntad de Dios, así como las opciones que el mundo nos propone. 

La humildad no es reducir lo que somos, sino ser tan grandes que pueda ser compartida con aquellos que necesitan de nuestra presencia. Al entrar en conciencia de que Dios nos dota de   gracia, dones y bienes que necesitamos para realizar su voluntad, nos pone en situaciones en que, no solo resuelve nuestras propias necesidades, sino que también las limitaciones de quienes hacen presentes sus carencias. 

Al entrar en la conciencia de la voluntad de Dios y cómo, en nuestra persona, se hace vida y carne, podemos reconocer los límites reales y las características de los dones, carismas y gracias que Dios nos da, para hacerlo presente. También, nos hace conscientes de nuestras debilidades y carencias, para que la riqueza de quienes nos comparten su vida pueda incidir en nosotros. 

El poder de la comunicación, junto con la cercanía de quienes nos acompañan, nos permiten participar en el amor y la providencia, que hacen presente a Dios en cada uno de nosotros. No es reducir nuestras capacidades, sino hacerlas propias y ponerlas a disposición de quien las necesite; no es reducir nuestra realidad material, sino ponerla a disposición de los que la requieren.  

La humildad es tener bien puestos los pies en la tierra y reconocernos capaces de hacer presente a Dios, atendiendo las necesidades del prójimo, pero también percatarnos de que necesitamos de la generosidad de los demás para hacer presente el amor de Dios. 

Debemos descubrir en dónde está la santidad y la perfección con que Dios ha provisto a todos los que ha llamado al baño del bautismo. Porque no es ser humilde calificarnos y denostarnos como imperfectos y llamados a la santidad, cuando es Dios quien nos ha dotado de perfección y santidad desde la misma creación, dándonos libertad y voluntad, para tomar  nuestras propias decisiones. 

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