5 de julio de 2024

No olvidemos a nuestro ángel de la guarda

Todos tenemos un ángel de la guarda, que nos acompaña a lo largo de la vida. Este ser, que es todo espíritu y que Dios designó a cada uno de nosotros para que nos acompañe, guie y proteja, desde el momento en que nacemos hasta el ultimo día de vida. 

«Ángel», palabra que proviene del griego, significa «mensajero», porque, cada vez que los ángeles aparecen en los textos biblicos, lo hacen con el propósito de llevar a cabo alguna misión especial. Si recordamos, es un ángel quien anuncia la llegada de Jesús. 

El Papa Clemente X, en el año de 1670, estableció oficialmente, el 2 de octubre, como la fiesta de los santos ángeles de la guarda, fiesta de los ángeles particulares de cada persona. 

El ángel de la guarda nos recuerda que somos infinitamente amados por Dios. No olvidemos agradecerle, platicar con él, pedirle que siempre nos guie en las dificultades y que nos enseñe a ser agradecidos por cada día. De pequeños, lo tenemos muy presente; muchas veces, es la oración que todo niño realiza antes de dormir, pero, conforme vamos creciendo, lo vamos olvidando como si, al crecer o volvernos adultos, desapareciera de nuestra vida y no es así, siempre nos acompaña. 

La fiesta de los ángeles es un buen momento para reflexionar sobre esta hermosa bendición que cada uno tenemos. Ellos nos protegen del mal, nos ayudan en nuestra oración; no pueden elegir por nosotros, pero sí ayudarnos a ver entre lo bueno y malo, cuando no sepamos qué decisión tomar, podemos acudir a nuestro ángel. 

San Jerónimo decía: “Grande es la dignidad del alma humana, que cada uno de ellos, desde el primer momento de su vida, tiene un ángel designado para salvaguardarlo”. 

El ángel de la guarda está siempre con nosotros. Esta es una realidad. Es como un embajador de Dios con nosotros. Y el Señor nos aconseja: ¡Ten respeto por su presencia! Papa Francisco. 

Dejemos que nuestro ángel de la guarda nos ayude a tener una mejor relación con Dios y nos dejemos guiar por él, que nos lleva a los caminos que Dios ha soñado para nosotros. 

Con esta pequeña oración, que muchos conocemos, podemos agradecerle: Ángel de la Guarda, mi dulce compańía, no me desampares, ni de noche ni de día, hasta que me entregues a los brazos de Jesús y de María, no me dejes solo que me perdería. Amén 

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