5 de julio de 2024

Editorial

Todos los santos o, atendiendo la voluntad de Dios, TODOS SANTOS. Al finalizar nuestro mes de octubre iniciamos con la
fiesta de una humanidad santa (Mt 5,48), porque somos hijos de Dios y Dios es Santo, Santo, Santo (Is 6,3 y Ap 4,8).
Nuestra revista viene rezumando con Palabra y consejos de santificación. La deslumbrante imagen de toda aquella
humanidad en corro ante Dios, revestida de albeante redención por la sangre del cordero, los mártires o testigos de Cristo en
el mundo (Ap 7,14; 22,14). Victoriosos sobre la gran tribulación que el mundo sin cesar opone a nuestro caminar con Jesús,
esta revelación de lo que será el Reino de Dios ya consumado entre nosotros debiera emocionar y animar nuestros corazones
vapuleados por las fuerzas contrarias a Cristo.Es una imagen de comunión universal, un numerazo producto de todos los que han sido de Dios, 12 tribus, por 12 en cada una y esto por 1,000 (eleph), una expresión hebrea que quiere señalar una magnitud colosal. Esto es 12 x 12 x 1,000 o sea los 144,000 (Ap7, 4-8). O, dicho sea sin pretensiones elitistas no propias de Jesús
sino de algunas sectas Jehovanas, es en realidad comunión de toda la humanidad. “Un número incontable” (cfr. Ap 7,9). Sin que
se pierda ninguno de los hijos de Dios. Así se demostró en nuestro diálogo juvenil de cada mes, el Chitchat. Los jóvenes dialogaron desde sus sentires y muy particular experiencia de Dios sobre ser Iglesia, y en qué sienten Dios va dinamizando cambios por su Espíritu conforme a los signos de nuestro tiempo, dando con ello cabida a toda diferenciación, pues ésta es más de percepción humana quede Dios.
Sinodalidad, ese único camino que es Cristo, recorrido por la maravillosa pluralidad de personas, culturas, tradiciones,
sensibilidades religiosas que, como nos cuenta Gisele, la pandemia de COVID ha evidenciado en todos los rincones del
planeta.
Comunión que aún en la más descomunal distancia y diferencia que existe entre Dios y nuestra humanidad, se
resuelve por designio amoroso de Dios en la encarnación. “Se encarnó y se hizo hombre”, nos invita a reflexionar Gabriel
Villalobos sobre nuestra fe, el Credo. Como bien apunta este joven colaborador, en Jesucristo se unieron la naturaleza humana y la divina,“sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación”.
Podemos decir que Jesucristo es de la misma naturaleza divina del Padre, y de la misma naturaleza humana de su madre. Unión de Dios y Hombre sin división, ¡qué grandioso paso de Dios en nuestro proceso de santificación! Allí donde nosotros levantamos
muros y separamos, es donde Dios pone su puente, abre puertas y cancela fronteras.
Comunión pues hay un solo Espíritu, un solo Dios y un solo Cristo (Ef 4, 5-6).
Santos seremos; Dios nos santifica cuando le servimos
santificando al hermano (cfr.Jn 17,17-19).

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