Escuché, hace poco, una reflexión en redes sociales y se me ha quedado tan presente que no puedo dejar de compartirla con ustedes, antes de que se me olvide…
Le puse el título y aquí se las dejo:
Un niño entra a una heladería, se sienta en una mesa y pregunta a la mesera:
-¿Cuánto cuesta un helado de chocolate, con cacahuate?
La mesera le responde de manera intolerante:
-30 pesos.
El niño revisa la bolsa de su pantalón, saca varias monedas y le pregunta nuevamente:
-¿Cuánto cuesta un helado de chocolate, sin cacahuate?
Ella le responde un tanto impaciente:
-20 pesos.
El niño le dice entonces:
-¿Me puede traer por favor un helado de chocolate, sin cacahuate?
La mesera le sirve el helado y deja el recibo, ahí mismo, sobre la mesa.
El niño disfruta su helado, toma el recibo, paga en la caja y se retira.
Cuál va siendo la sorpresa de la mesera, cuando se acerca a limpiar la mesa y se encuentra con que el niño le había dejado $10 pesos de propina…
Lo que nos recuerda F. Usma, al analizar este texto, es lo veloces que somos para juzgar las acciones de los demás y lo lentos que somos para corregir nuestros propios pensamientos.
“A cada uno le parece correcta su forma de proceder, pero es el Señor quien juzga los corazones y sus intenciones”. Proverbios 21.2
“Procura ser tan grande que todos quieran alcanzarte y tan humilde que todos quieran estar contigo”. Gandhi.
Los invito a compartir esta reflexión. Agradezco que haya llegado hasta mí, como muchas otras, para poner mi granito de arena.
¡Bienvenidas, todas!