3 de julio de 2024

El “más allá” de Jesús

Por los caminos del Evangelio 

Mi Jesús, deseo decirte, una vez más, que soy tuyo, te pertenezco, me perteneces. Pero, Tú superas esa manera que tienes de pertenencia, no solo por la creación, sino porque me has ganado a pulso. Cuando te contemplo en la cruz, me digo que no puedo dejar de ser tuyo, porque si algo tiene la cruz es manifestar hasta qué grado de amor llegaste, para arrebatarme el corazón. 

Mientras que yo lucho por ser tuyo y pertenecerte, Tú siempre respetas mi libertad. Quieres que yo, en pleno uso de mis facultades, te diga, “Jesús, soy tuyo”. Y me pierdo en este pensamiento y oración, que puede prolongarse todo el día, todos los días. Pasan y pasan los días como oportunidades, para que yo vaya creciendo en conciencia para poder decir, de verdad, “ya no vivo yo, es Cristo el que vive en mí (Ga 2, 20). 

Amar, como Tú, solo se puede lograr con la acción del Espíritu Santo, a la manera, como el padre Félix Rougier, mi padre en la vocación, decía: “Que el Espíritu Santo sea el alma de tu alma, la vida de tu vida, el amor de tu corazón, la pasión de tu entrega”. Y lo decía como la vivencia más fuerte de su vida, como respuesta a unas palabras que escuchó por parte de Jesús: “Mi Félix” … y, él, le decía mil veces al día ¡Ah, mi Jesús! 

El Evangelio nos dice: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”. Un anuncio velado de tu pasión; el Hijo del hombre, Jesús, va a ir hasta el final, para mantener su deseo de que todos le pertenezcamos: tú, yo, nosotros, todo y todos. 

Mi Jesús, Zacarías (2, 14.15) invita a este espacio de oración, que dice así: “Canta de gozo y regocíjate, Jerusalén, pues vengo a vivir en medio de ti, dice el Señor. Muchas naciones se unirán en aquel día, ellas, también, serán mi pueblo y yo habitaré en medio de ti”. Esta es la fuerza de mi anhelo, habitando en medio de ti, ya te pertenezco. 

La locura del amor se manifiesta como la experiencia que, desde niño, tuve. Sin darme cuenta, Tú me abrazaste y me dijiste: “Tú eres mío porque eres mío”. Por eso, me creaste, para hacerme tuyo; para eso, me redimiste, para no dejar de pertenecerme jamás.  

Te pertenecemos, Jesús, permanecemos en tu amor, nos invitas a participar en la acción pastoral y perseverar en tu amor, haciendo, de tu corazón, el lugar de encuentro de toda mi vida. 

Tu santa Madre, María de Guadalupe, san José, protector de tu santa Iglesia, nos ayuden a que este deseo sea, siempre, una realidad de acuerdo a lo que Tú esperas y deseas de mí, de nosotros.  

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