5 de julio de 2024

La felicidad

Me encuentro reflexionando, hoy, sobre esta palabra que parece una palabra dulce, que nos motiva, que nos lleva a la acción, pero que, mal entendida, nos puede llevar a la frustración y al desánimo; pero que esconde una gran fuerza y enorme poder. 

¿Qué es la felicidad? Hay quien me ha dicho que son instantes, momentos de plenitud, en los que el alma está en calma, en los que el espíritu está en paz y armonía. 

Creo que, a la felicidad, no llegamos y nos estacionamos, no es un lugar con ubicación fija. Efectivamente, es esa paz interior, que nos lleva incluso a esbozar una sonrisa con solo pensarla, es un bienestar en cuerpo y alma; un estado de quietud y gozo, en el que no hay pendientes ni deudas por pagar… Para realmente sentirla, no debería haber culpas, rencores, enojos, miedos, tristezas, remordimientos ni dolor en nuestro corazón. ¡Qué complejo! La vida misma, en este caminar diario, está llena de pérdidas, tropiezos y sinsabores, que nos llevan a sentir estas emociones que nublan nuestro ánimo. 

Sin embargo, siempre hay una razón, una motivación que nos lleva a la eterna lucha, a la búsqueda del pájaro azul (recordando una bella historia); por supuesto, nuestro crecimiento espiritual es fundamental para encontrar, dentro de nosotros, el amor y la felicidad. 

Dios, en nuestro corazón, con la ayuda del espíritu santo, ilumina nuestra razón y hace que ese caminar sea menos tortuoso y la meta sea más clara y definida. 

Leamos las Bienaventuranzas en Mateo 5:1-12  

Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. 

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. 
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 

Bienaventurados vosotros, cuando os insulten y os persigan y os calumnien, de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo». 

Esta lectura del Evangelio nos habla de lo que resulta nuestra fragilidad, de lo que pueden ser nuestras carencias o fallas, de la pobreza de espíritu, de las lágrimas, de nuestra vulnerabilidad, de la injusticia, en fin… justo lo que nos aleja de este estado de felicidad plena. Jesus lo entiende y nos abraza con sus palabras amorosas, dándonos esperanza; nos habla de la misericordia, del amor y de la paz. 

Solo estando cerca de Dios, Nuestro Señor, podremos experimentar su amor en nosotros. Este amor que, una vez desbordado, nos permite salir de nosotros y amar a otros; ¡qué mayor felicidad que la de dar; servir; ser instrumento! 

Para esos momentos de duda, de debilidad, siempre la música es una aliada… 

“Tú me haces tan feliz” 

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