1 de julio de 2024

Arranquemos la cizaña

Mi querido Jesús, de nuevo ante esta sencilla y terrible parábola sobre la realidad del mundo, el trigo y la cizaña, dirigida a toda la muchedumbre desde tu corazón sabio y tu inteligencia llena de amor. 

Como a los trabajadores, me gustaría arrancar toda la cizaña y no esperar hasta el tiempo de la cosecha, cuando se acaban todas las oportunidades de cambiar. Y me duele, porque retrata dolorosamente a nuestra sociedad. 

Si soy optimista, mi Jesús, contemplo una proporción de cincuenta por ciento de trigo, cincuenta por ciento de cizaña. Pero, si soy realista o contemplo solo lo que alcanza a ver mi limitada mirada, me parece ver un montón de cizaña y solo un poco de trigo limpio. 

Y, si lo contemplo en mí mismo, quisiera descubrir, como dice el apóstol san Pablo, “que es lo que es, gracias a que tu amor no ha caído en el vacío”. (Cfr. Fil 2, 16). Entiendo, Jesús, que tengo una historia y soy un proyecto de mí mismo. Soy, gracias a lo que fui, no puedo cambiar nada de mi pasado, solo mirarlo con amor agradecido, al mismo tiempo que puedo darle sentido a mi presente, con trigo y cizaña, pues soy un proyecto que depende de mi amor para recoger buen trigo mañana. 

Jesús, ¿qué quieres decir hablando del tiempo de la cosecha? Dirás, a los segadores: “arranquen, primero, la cizaña y átenla en gavillas para quemarla”.  

Después de muchos momentos de reflexión, entiendo que, al final de mi vida, llegaré con cosas que son como cizaña. Tú las quitarás y me dejarás limpio y transformado en ti, pues solo así puedo entrar a participar de las alegrías eternas. Trigo de Eucaristía, trigo que muere para dar paso a una hermosa espiga. ¡Esa es la plenitud de vida, la salvación por la transformación en ti! 

La humildad es la verdad, Tu verdad es Tu misma persona, pues así lo dijiste: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 3), porque esa es la mirada que me pides tener de mi vida y de la vida de mi amada Iglesia. Así, mi Jesús, con trigo y cizaña, esa es la Iglesia que yo amo. 

La oración, mi Jesús, será de mucha ayuda para que la cizaña, la discordia y la división no entren en mí y, si lo hacen, tendré qué acudir a la aceptación de una realidad de amor, porque solo con amor se remedia todo. Al final, todo lo que está en mí, que no es tuyo, lo quitarás y lo echarás al fuego y entraré al lugar que me tienes preparado, desde que la eternidad es eternidad. 

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