8 de julio de 2024

La Cadena de Amor

El pasado 25 de marzo, celebramos un aniversario más de la Encarnación Mística de Concepción Cabrera de Armida, fundadora de las Obras de la Cruz.  Fue, en el año de 1906, cuando Conchita recibió una gran gracia por parte de Jesús, quien quiso encarnarse místicamente en su corazón para vivir en él y ser el centro de su vida. En esos días, Conchita recibió el encargo, por parte del Señor, de hacer una cadena: cada hora de su vida sería un eslabón de oro, ofreciéndose junto con Él, por manos de María, por la salvación de los hombres, en especial de sus sacerdotes. Pero, ¿qué es la Cadena de Amor? ¿En qué consiste? ¿Estamos llamados a vivirla?

Para el P. Javier Lozano Parkman (2004), la Cadena de Amor, releída a la luz de nuestros tiempos, presenta una oportunidad para el encuentro vivo con Dios, para comunicar el Evangelio desde el testimonio de nuestras vidas, para transparentar su presencia a través de nuestra alegría, esperanza y solidaridad, hasta ofrecer la propia vida en servicio de nuestros hermanos, en el nombre del Señor.

Para el P. Manolo Rubín de Celis (1997), la Cadena de Amor consiste en prolongar nuestra entrega, al Padre y a los hermanos, en una ofrenda de autodonación solidaria y salvífica. Así, ante todo, es ofrecer, impulsados por el Espíritu Santo, al Verbo Encarnado, al Eterno Padre.

El P. Carlos Vera (2006), lo explica de este modo: La Cadena de Amor es el instrumento que el Señor le da a Conchita para vivir de forma práctica la gracia de la Encarnación Mística, siendo un estilo de vida, de orar, de permanecer unida a Cristo y ofrecerse constantemente con Él y en Él.

Ahora bien, tú y yo estamos llamados a vivir esta Cadena, en cada una de las acciones de nuestra vida, ofreciendo todo lo que hacemos por amor, siendo este el centro de nuestro actuar: desde la caridad, con sacrificios y sin interrupción, en un acto de entrega incondicional al Padre. Fijemos los ojos en Jesús, dejemos lo que estamos mirando, para contemplar a Aquél que es el amor. Pidamos, al Espíritu Santo, su luz y su fuerza para hacerlo vida.

Deja un comentario