3 de julio de 2024

Corpus Christie

El Papa Francisco nos dice que Jesús envió a sus discípulos, para que fueran a preparar el lugar donde iban a celebrar la cena Pascual. Ellos le preguntaron: «¿Dónde quieres que vayamos a preparar la cena de Pascua…?» (Mc 14,12). También, nosotros, mientras contemplamos y adoramos la presencia del Señor en el Pan Eucarístico, debemos preguntarnos: ¿Cuáles son los “lugares” en los que Dios nos pide que lo recibamos? Así, nos comparte tres imágenes del Evangelio (Mc 14,12-16.22-26):

La primera, el hombre que lleva un cántaro de agua (cf. v. 13), que los conduce al lugar en que Jesús celebrará la Eucaristía. Ese hombre se convierte en guía para los discípulos, que buscan el lugar que conocemos como el Cenáculo. El cántaro de agua, signo para reconocerlo, nos hace pensar en la humanidad sedienta, en busca de un manantial de agua. Todos caminamos en la vida con un cántaro en la mano, tenemos sed de amor, de alegría, de una vida fructífera en un mundo más humano. Para celebrar la Eucaristía, es preciso reconocer nuestra sed de Dios: sentirnos necesitados de Su presencia y amor. No podemos salir adelante solos, necesitamos de un Alimento y una Bebida de vida eterna que nos sostengan en el camino. El drama de hoy es que la sed ha desaparecido…

La segunda, la habitación amplia en el piso superior (cf. v. 15),  donde Jesús y los suyos celebrarían la cena Pascual: “Entonces, el dueño de casa, les prestó su habitación más hermosa. […]. Alrededor del gran sacramento, todo debe ser inmenso. Dios se hace pequeño, como un pedazo de pan, Su presencia es tan humilde que necesita de un gran corazón para poder reconocerlo y adorarlo. Si vivimos ensimismados será imposible reconocer la presencia de Dios; salgamos de nuestro yo, para encontrar el camino que nos lleve al Señor. La Iglesia debe ser una comunidad, con los brazos abiertos de par en par, donde todos, justos y pecadores, pueden entrar. La Eucaristía alimenta al que está cansado y hambriento en el camino…

Tercera imagen, Jesús parte el pan, el gesto eucarístico que identifica nuestra fe, nuestro encuentro con el Señor. Jesús se hace cordero y se inmola para hacernos renacer a una vida nueva. En la Eucaristía. contemplamos y adoramos al Dios del amor. No podemos partir ni comer el Pan, si nuestro corazón está cerrado. La Eucaristía transforma al mundo. en la medida en que nosotros nos dejamos transformar y nos convertimos en pan para los demás…

Al finalizar, el Papa expresó que la procesión con el Santísimo Sacramento, característica de la fiesta del Corpus Christi, nos recuerda que estamos llamados a convertirnos en una Iglesia que abre su corazón, para que todos puedan entrar y encontrar al Señor. Que el mundo vea, a través de nosotros, la grandeza del amor de Dios que, una vez más, se hará alimento para la vida y nos saciará para siempre, hasta el día en que contemplaremos su rostro.

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