8 de julio de 2024

La verdadera soledad

Algunos miedos tienden a prevalecer más en la mujer. En su libro On Becoming Fearless, Ariana Huffington afirma que algunos son el miedo a los hombres, el miedo a las imperfecciones, el miedo a la soledad, el miedo al ridículo, el miedo a envejecer. Es evidente que no debemos generalizar, pero ¿qué nos dice esto sobre nuestra forma de vida?  

Al quedarte encerrado en tu casa, te das cuenta de muchas cosas. Una de ellas, del ruido y la grandeza del mundo interior que todos llevamos dentro. Atrevernos a oír esas verdades, que por mucho tiempo negamos, y a visualizar esos rincones que enterramos, aterra. Pero, curiosamente, después de un tiempo, te ayuda a respirar mejor, a liberar la carga de los hombros y sanar. Ojalá, desde chicos, nos dijeran que abrir esas puertas ayuda para ahorrarte noches en vela.  

Me gusta pensar que esto ha sido una de las luces de la pandemia, porque con estos viajes internos he aprendido a identificar la diferencia entre encajar y pertenecer. Específicamente, las mujeres gastamos tantas energías en ganar aceptación externa que nos olvidamos de nuestra autenticidad. El mundo siempre nos enseña que una de las situaciones a las que más debemos temer como mujeres es a la soledad. ¿Qué somos capaces de hacer para evitar tal panorama?  

Desde chicas, recibimos instrucciones de cómo vestir, qué hacer, qué no decir y a quién impresionar, y nos olvidamos de este mundo interno extraordinario que vive dentro de nosotras. Nos enfocamos tan profundamente en modificar ciertas partes de nuestra persona, para encajar, que nos olvidamos que, al final, lo único que importa es pertenecer a nuestra esencia, sernos fieles a nosotras mismas y aceptarnos como somos; con todo y nuestras imperfecciones.  

Indudablemente, se requiere de una dosis enorme de coraje para mostrarse ante los demás con autenticidad. Al final, la vulnerabilidad queda descubierta, pero los daños de traicionarnos son infinitamente mayores. Al opacar nuestra autenticidad, por evitar la soledad, perpetuamos que nuestro mundo interior quede deshabitado, aunque estemos “acompañadas.” 

Estoy convencida de que debemos evitar seguir cultivando la soledad de nuestro espíritu, de nuestra alma, de nuestro corazón. Porque, en el momento en que eso se ausenta, la compañía física no sirve de nada y el vacío interno es mucho mayor.  

Hoy, me pregunto, ¿qué pasaría con ese miedo, si al ver los ojos de otra mujer, le ayudáramos a entender que sus ojos brillan, porque son el reflejo del fuego que lleva dentro? ¿Será que empezaríamos a cultivar nuestra autenticidad? ¿Será que el miedo a la soledad dejaría de controlarnos, porque nos daríamos cuenta de lo que estamos perdiendo?  

Está en nosotras empezar a intentarlo para poder, verdaderamente, escuchar la música de nuestro mundo interior.   

Deja un comentario