5 de julio de 2024

Causas de Canonización y Beatificación de la Familia de la Cruz H. Alfonso Pérez Larios, M.Sp.S. (12) 

Continuación… 

Estancia en Roma 

(Noviembre 1926 – noviembre 1934) 

Alfonso no únicamente atendía bien en la cocina a los Padres, sino también a los estudiantes. Se preocupaba por su salud, sobre todo, cuando los veía un poco desmejorados debido a la intensidad de los estudios. En una ocasión, preocupado por el visible cansancio de los hermanos, «llegó llorando a pedir al Padre Superior que lo autorizara a preparar carne para la comunidad, en viernes de Cuaresma, porque, en general, estaban todos de muy mal comer y ya se acercaban los exámenes de fin de año escolar» 

Todos los Misioneros del Espíritu Santo, que pasaron por Roma de 1926 a 1934, recuerdan la sabrosa comida. A veces, al estilo mexicano; otras, de cocina italiana y, otras, de una mezcla culinaria muy especial, pero sabrosa y nutritiva, que les preparaba el hermano Alfonso. 

No había pasado todavía un año de su estancia en Roma, cuando la inesperada noticia del martirio de su hermano Leonardo, en León, Guanajuato, lo conmovió. El 25 de abril de 1927, junto con el P. Andrés Solá, C.M.F. de los «Hijos del Inmaculado Corazón de María» y el P. Trinidad Rangel del Clero Diocesano mexicano, fueron martirizados, «porque eran sacerdotes», título glorioso de martirio con que muchos sacerdotes murieron en México al grito de «Viva Cristo Rey». 

«Pero es que yo no soy sacerdote», decía Leonardo Pérez Larios, a sus captores. «Pues, si no lo es, sí lo parece», le respondieron. Así se cubrió de gloria ese santo mártir y a la que Alfonso contribuyó años después, yendo varias veces a rendir su testimonio a la ciudad de León, Guanajuato. 

La noticia del martirio le llegó a Alfonso, el 17 de mayo de 1927. Al día siguiente, escribe a su hermana Refugio, pidiéndole datos acerca del acontecimiento: «Ayer por la noche, tuve noticia de nuestro hermano. Dios Nuestro Señor, por su infinita misericordia, lo escogió como víctima en favor de su Iglesia. ¡Qué puedo deciros, si no tengo noticias del suceso! Con ansias, espero datos; cuéntenme todo, pues que nada me quita mi tranquilidad; cierto que no puedo negar mi dolor, pero sí espero que nuestro hermano goce en el cielo con el coro de los Mártires: ¡qué dichoso! ¡Quién fuera él! 

Continuará… 

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