5 de julio de 2024

Regresando a las celebraciones presenciales

Dos años de encierro o llámele como guste, cuarentena, pandemia. Fueron dos años de hacer las cosas diferentes… y como se podía. Sinceramente muchas de manera heroica, porque no sabíamos cómo hacerlas. 

La Iglesia no fue la excepción, vamos haciendo lo que se puede como se puede. 

Pero esta semana Santa de 2022, comenzó a tener otro sabor, otra experiencia. 

La organización de los diferentes oficios del Triduo Pascual ahora se hizo a través del famoso zoom; pero con igual de compromiso y responsabilidad. Estar tras “bambalinas”, tiene su chiste, son mil detalles que cuidar y vigilar, para que la ceremonia fluya. 

Los sacerdotes organizaron a los participantes y lo que a cada uno le correspondía hacer en cada una de las ceremonias. 

La liturgia no cambió, los modos sí. 

Este año, como era antes, la iglesia estaba a tope. ¡Que alegría!, aunque el calor y el cubrebocas, nos ubican en la realidad del momento, la solemnidad y la devoción no se modifican por la situación del mundo. 

Es Jesucristo que impregna el ambiente, es su Santo Espíritu que llena el templo y los corazones, es María y sus lágrimas que conmueven los corazones, es recordar vívidamente que la nueva alianza es la Sangre derramada en la Cruz, la que nos lleva a la profunda reflexión del infinito e incondicional Amor de Dios para cada uno de sus hijos, expuesto en las estaciones del Calvario en “Ese Homo”, que sufre y guarda silencio, por obediencia perfecta al Padre Eterno. 

Cada ceremonia tiene su sentido y sus rituales. El silencio, el altar desnudo, el lava pies, (este año lava manos), el incienso, las velas, la hoguera, la mujer sola en su luto y dolor, las flores para decir Madre mía estoy aquí contigo, el carrillón para que el Gloria se escuche hasta el cielo, el templo oscuro que se ilumina con el cirio y el fuego nuevo compartido, la renovación de las promesas bautismales, son el agua de la pila bautismal que nos vuelve a bendecir.  

La Liturgia no cambió, los modos sí. El Amor del Padre no cambia nunca. 

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