8 de julio de 2024

La Divina Misericordia

La providencia de Jesús quiso revelar e insistir sobre la Divina Misericordia a una santa religiosa quien apoyada por san Juan Pablo II, hicieron que se extendiera como celebración en la Iglesia universal. Es algo que siempre debemos recordar, dada nuestra condición de pecadores y la grandeza del amor pascual de Jesús resucitado y divinamente misericordioso. 

La misericordia es divina siempre. La Pascua es la plenitud de amor de Dios, más allá de la pascua ya no hay nada. Resucitar, para Jesús, no es un paso para atrás. Jesús regresa a la vida, da un paso definitivo: va a ponerse a la derecha del Padre y desde ahí reinará y enviará al Espíritu Santo y nos preparará un lugar, su misericordia divina lo llena todo y para todos. 

Jesús resucitó para seguir proclamando el amor del Padre hasta llegar a la plenitud de la resurrección de su Hijo Jesús y en la resurrección de Él, la de todos, por eso es misericordioso.  

A una semana de caminar con Jesús resucitado, el evangelio nos da la buena noticia de una serie de manifestaciones por demás amorosas y misericordiosas, y vistas hoy para un destinatario especial: el bueno de Tomás, apóstol. 

Sería interesante no solamente ver a quiénes se manifestó Jesús resucitado, sino a quiénes no se manifestó. No lo hizo a Anás, Caifás, Pilato, montón de sumos sacerdotes y conjunto de soldados.  ¿Para qué? ¿Para reclamar? No era necesario. La verdad de Jesús se propone, no se impone; el amor se expone, no se supone; la fuerza de Jesús resucitado se repone no se opone. Y así se va desarrollando ahora con Tomás para que en definitiva declare: ¡Señor mío y Dios mío! Punto final del evangelio de san Juan. 

Dispongámonos a vivir de otra manera la realidad central de nuestra fe. Y más como se está viviendo hoy, con Jesús resucitado lleno de la divina misericordia. 

¡Qué poco sabe el mundo de misericordia! ¡Qué lejos está el mundo de Jesús! Por eso es urgente una nueva evangelización dada por todos y recibida de manera nueva por toda la Iglesia que vive momentos inciertos y difíciles. 

Ninguno queda al margen de la misericordia, como ninguno cae fuera de Cristo resucitado. La solución es aceptarlo con todas sus consecuencias. Otro mundo llenaría todos nuestros espacios.  

Jesús resucitado, rico en misericordia, concédenos que al aceptar tu vida en plenitud se llenen nuestros corazones de la misericordia que tanto necesitamos.  

San José que amaste a tu hijo con corazón de padre, ayúdanos a caminar por este mundo tan poco misericordioso y por lo mismo ser un poco como tú: que amaste con corazón de padre misericordioso siempre. Amén.  

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