8 de julio de 2024

Vida interior sin perder tu carácter

Como personas, somos únicas e irrepetibles. Aunque tengamos rasgos comunes con todos los seres humanos y elementos genéticos o raciales que nos asemejan a algunos; aunque la educación formal e informal nos haya dotado de valores que compartimos con otros y nos haya incorporado a una específica cultura, somos diferentes a los demás. 

Dios nos ha creado artesanalmente. Con nuestro cuerpo, mentalidad y carácter, somos un regalo singular de Dios para los demás. 

Es un error pensar que el encuentro con Jesucristo o la vida espiritual nos transformará en otra persona. No; lo que Dios quiere es que seamos mejores, pero no diferentes. Esto se lo hace ver Concepción Cabrera a su hija: «ahora si, a corresponder de veras, a echarte de cabeza a una vida interior y perfecta, sin perder tu carácter»1. En otra ocasión le dice algo similar: «Que este mes de mayo sea un extra en tu vida, y que, sin perder tu carácter, vivas más del cielo que de la tierra»2

Pablo de Tarso, el judío fariseo, llegó a ser San Pablo, el discípulo misionero, pero conservó su carácter: con la determinación con que perseguía a los cristianos, con esa misma determinación anuncia a Jesucristo. 

«Sin perder tu carácter». Tristemente hay familias o grupos religiosos que, en lugar de promover o al menos respetar, la originalidad de cada persona, buscan la estandarización. En vez de favorecer lo peculiar de cada uno de sus integrantes y buscar la armonía entre todos, sacrifican la diversidad en aras de una sosa uniformidad. 

No existe un único patrón de santidad; hay tantas formas como personas. La santidad consiste en ser mejores cada día siendo siempre nosotros mismos. 

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Artículo tomado del libro: Con todo el fuego de tu corazón
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