5 de julio de 2024

La Anunciación

Dios, en su infinita misericordia hacia su amada creación, nos dio su amor en la presencia de María Santísima, en esta única, maravillosa y extraordinaria mujer.

María, la Inmaculada, la llena de Gracia, un ejemplo extraordinario de amor, fe y entrega a Dios, recibió la gran noticia con esta pregunta: ¿quieres ser la Madre de Dios?

Su respuesta estuvo llena de fe, fuerza, voluntad, confianza y sobre todo de Amor, al Dios único y todo poderoso que día a día nos invita a que lo llamemos y tratemos como a nuestro Papá, un papá absolutamente presente y activo en nuestro diario acontecer, como lo hizo María, ¨hágase en mi según tu palabra¨.

Y a partir de esta respuesta la vida dio vida, Jesús llego a este mundo para decirnos a tantas y tantas mujeres: “Aquí estoy yo”, no están solas, yo también vine a defender tu integridad, tus derechos, tu alegría y tu voz. Por eso vine al mundo en el vientre de mi Madre, para así dignificar a cada mujer, por Él, con Él y en Él.

La mujer a lo largo de su historia ha vivido injusticias, discriminación, abuso, olvido.  Sin embargo, nunca se deja vencer, gracias al ejemplo de nuestra Santísima Madre, en la que Dios ha dignificado la presencia de tantas y tantas mujeres que solo con su fe y su confianza en Dios han logrado sacar sus vidas y a sus familias adelante a pesar del abandono, de la opresión, critica e indiferencia.

María es esa fuerza inquebrantable, que no claudica, ese ejemplo de continuar a pesar del dolor vivido en su propio hijo, ese amor de madre dispuesto a darlo todo, todo.

Ella, es el camino a Jesús, nos lleva a su hijo, nos invita a unirnos en la grandeza para ser ejemplos de vida, que juntas sigamos siendo un solo frente con ella, como estandarte; unidas en su fuerza, como un pilar en nuestras familias con la presencia de Jesús en el centro.

Hoy celebramos ese momento único en la historia del reino de Dios, momento en el que Dios mismo quiso encarnarse en María, quiso vivir y crecer dentro de ella, para llegar a nosotros, para llenarnos de esperanza, de fe y de voluntad para seguir defendiendo la vida, el amor y la creación en unión con Él y así gozar de todos los regalos recibidos.

Gracias, Padre bueno, por la vida, por tu amor, por la oportunidad de ser diferentes en la empatía, en la aceptación de mi hermano, que en el rezo diario del rosario nos das la confianza, en la comunión de tu Hijo que vive y reina por los siglos de los siglos.

                                    ¡Jesús salvador de los hombres, sálvalos, sálvalos!

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