Asistí a misa de 12, la semana pasada, y el discurso, tan cierto como interesante, del sacerdote me inspiró para escribir el artículo de hoy y que va de lo siguiente:
Poco agradecemos, a veces o nunca, porque damos por hecho muchas cosas que tenemos, tan sencillas o básicas como nuestros sentidos: ver, escuchar y, también, acciones como caminar, hablar, pensar, entre muchas otras, y nunca les damos el calificativo de “regalos” o “dones”, pero sí lo son.
Los talentos con los que nacemos son también dones: las inteligencias múltiples para realizar diferentes disciplinas: artísticas, matemáticas, deportivas, científicas, humanísticas, altruistas y el listado de cualidades con las que cada uno venimos “cableados” de nacimiento.
Y, a medida que vamos creciendo, incorporamos estas cualidades a nuestra vida diaria y se va forjando nuestro carácter y nuestra personalidad; van definiendo nuestro temperamento, nuestras preferencias, nuestras creencias y es así que “tomamos las decisiones que tomamos”.
Estas cualidades, regalos o dones, finalmente, son recursos que podemos llevar, para bien o para mal, durante la vida y aquí la frase en la que me detengo, y que me resonó de manera importante en el sermón que escuché ese día:
“No juegues a ser Dios”
…lo que traduzco como apelar siempre a los límites y sin perderlos de vista.
Gracias, sí, por estos regalos; gracias, sí, por estas “gracias”; pero nunca olvidemos que requieren de una buena administración, de un buen trato de estas, para con nosotros mismos y para con los demás.
No abusemos, en ningún sentido, no perdamos la humildad, no perdamos la sensatez, no perdamos el camino… “La mucha luz es como la mucha sombra: no deja ver.”
No juguemos a ser Dios