8 de julio de 2024

EL PASO A DIOS

A través de la historia, el pueblo judío ha sufrido muchas opresiones, una de ellas es la que sufrió en Egipto. Recordemos la historia de “José el Soñador”.  

Jacob tenía 12 hijos, uno de ellos era José, a quien, por envidia, sus hermanos lo vendieron a una carabana que se dirigía a Egipto. Al pasar de los años y por causa de una hambruna, Jacob manda a sus hijos a Egipto, para conseguir trigo. José se reconcilia con su familia y la manda traer, para vivir con él. Con el tiempo, los faraones van cambiando y llegó el momento en que el faraón temía al pueblo judío y lo hace esclavo. Al cabo del tiempo, Dios manda a Moisés a hablar con el faraón, para que libere a su pueblo; pero el faraón se niega. Para realizar su voluntad, Dios manda una serie de plagas y, en la última, instituye la Pascua. 

“Cada uno tomará una res, una res por familia. Será una res sin defecto, macho, de un año. Al atardecer, la inmolarán y untaréis de sangre el dintel de las casas. No dejaréis nada. La comeréis con la cintura ceñida, los pies calzados y el bastón en la mano. Y la comeréis de prisa. Es la Pascua de Yahvéh. Esa noche, yo pasaré por el país de Egipto y mataré a todos los primogénitos. La sangre os servirá de señal en sus casas. Cuando vea la sangre pasaré de largo y no os afectará la plaga exterminadora”.  Ex.12,3.5.7.10-13. 

“Para los judíos, la Pascua es la actualización de una continua liberación del pueblo a través de la historia. La Pascua hebrea es interpretada como el “Paso de Dios” que, por una parte, había dado muerte a los primogénitos de los egipcios; por otra, había sido el paso liberador de Dios de la servidumbre en Egipto”. Salvador Carrillo Alday, M.Sp.S. 

“Antes de la fiesta de la Pascua, Jesús sabía que había llegado su hora de pasar, de este mundo, al Padre” Jn.13,1a 

Para los cristianos, la Pascua es la liberación del pecado y la purificación de todo su ser. Es paso de este mundo al Padre. Sin embargo, no hay liberación sin conversión y no hay gloria sin cruz. 

Pidamos a Dios que, durante la Cuaresma, inflame nuestra fe para tener la fuerza y valentía, para pasar serenamente por la cruz y llegar, un día, a su paz eterna. Amén. 

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