Ante los retos y responsabilidades, nos sentimos tentados a asumir comportamientos inmaduros o infantiles. Por eso, Concepción Cabrera le dice a Teresa de María:
Ve, pues, con desdén esas tentaciones y no te pongas cuidado: si siento, si no, si lloro, si sufro, etcétera, etcétera. Valiente y esforzada, y nada de chiquillerías […]. Tú no naciste para melindres, sino para traspasar mil mundos, el martirio mismo, si esto impidiera a tu vocación1.
Ya es tiempo de que te dejes de niñerías y tonteras y afírmate en principios y vuela en la perfección bajando, soportando en sonrisa a X, aceptando el dolor por cualquiera parte que te venga, feliz de que Dios quiera agrandar tu corona en el cielo.
Concepción es una madre cariñosa y una sabia formadora. Cuando tiene que corregir a su hija, lo hace de manera directa. Incluso usa palabras ingeniosas, para hacerla reaccionar: chiquillerías, melindres, niñerías y tonteras.
Como remedio a esos comportamientos regresivos, Concepción invita a su hija a ser valiente y esforzada, a afirmarse en principios, a ver con desdén las tentaciones, a olvidarse de sí misma; la motiva a soportar sonriendo a las personas molestas, a aceptar el dolor por cualquier parte que venga; la impulsa a volar a la perfección bajando, a traspasar mil mundos y el martirio mismo.
La finalidad de estas correcciones, más que esa Religiosa de la Cruz tenga comportamientos adultos o adquiera madurez, es que sea fiel a su vocación y alcance el premio eterno en el cielo.
También nosotros, ante los retos y responsabilidades, frente a los peligros y dificultades, en momentos de sufrimiento o enfermedad, dejémonos de chiquillerías, melindres, niñerías y tonteras, carguemos la cruz y sigamos a Jesús.
1 Carta escrita probablemente en 1909, en Cartas a Teresa de María, México 1989, 56.
2 Carta escrita un 14 de enero, posiblemente de 1918, en Cartas a Teresa de María,
México 1989, 492.