3 de julio de 2024

Editorial: Cuaresma y paz

Un deseo de no haber escrito nunca esta editorial es lo primero que me brota. Le acompañan otros muchos sentimientos, todos encontrados; es que no puedo dejar de hacer presente anhelos y oraciones de paz ante la invasión armada de Ucrania, así como el dolor por el número de todo tipo de víctimas mortales y colaterales;  y el corazón lastimado por las amenazas contra la comunión y el diálogo fraterno entre pueblos y naciones.

Un marco totalmente indeseable y que, por otro lado, subraya el sentido de la Cuaresma, tiempo de conversión a Dios, de enfrentamiento con tentaciones egoístas y diabólicas, y tan propio del ser cristiano como lo viviera Cristo mismo. No hemos dejado atrás la pandemia, donde se manifestó la vulnerabilidad y grandeza del ser humano, cuando ya estalla en esa misma humanidad una violencia carente de misericordia y reconciliación. ¡Cuánto necesitamos de ti Dios nuestro, de Jesús Salvador de los hombres!… ¡Sálvalos!

La creación, nos explican bien en páginas interiores, revela un equilibrio maravilloso. Dios  estableció una armonía de comunión en favor de la vida, haciendo de la diversidad el potencial sobre el cual se sostiene y evoluciona. No hay futuro en la uniformidad pretendida por Babel (cfr. Gn 11, 5-9), sólo la multiplicidad divina de Pentecostés posibilita futuro y plenitud (cfr. Hch 2, 4.8-11). Comunión en la diversidad, esa tarea particularmente promovida por el Papa Francisco para este año:  la Sinodalidad.

Pueblos todos en el mismo camino de humanización, de Cristificación; ponderando la comunión entre géneros: varones respetuosos de la mujer, mujeres ayudando a los varones para desarrollar la ternura latente en toda persona, el amor por lo bello, la cultura, apreciando la vulnerabilidad por la cual somos en verdad fuertes (cfr. II Cor 12,10).

Quiera Dios que el trasfondo en el que ahora escribo esta editorial no cobre una fuerza y consecuencias catastróficas. Ojalá, repito, los aires viciados en las relaciones internacionales se desvanezcan y las preocupaciones aquí compartidas no hallen fundamento alguno en la realidad.

La Cuaresma, con todas sus letras, el simbolismo posible en cada una de ellas lleva, en síntesis, a reconocernos en preparación a la Pascua, el paso de Dios. Paso en medio del abuso que un pueblo impone a otro, de todo mal mundano vencido por un amor divino triunfante sobre la muerte.

Por eso, aunque amenazados vivimos esperanzados, agredidos ofrecemos perdón al agresor, vivimos con una vida que sobrepasa nuestros cuerpos mortales en Cristo resucitado, nuestro Señor y Salvador (cfr. 2 Corintios 4:8-10)

Les deseo una Cuaresma agraciada por las cruces de nuestro mundo, que nos hagan grandes en la fe. Creyendo en Dios, mientras avanzamos en este desierto desolador tanto en lo personal como en lo comunitario y, al final ,

La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento abrigue nuestros corazones (cfr. Ef 4,7)

Feliz Cuaresma en Cristo.

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