1 de julio de 2024

Del resentimiento al perdón

No te lleves, a la tumba, tu rencor…

Los sentimientos de dolor y rencor lastiman, tanto al que no perdona como al que ha ofendido. La ofensa provoca una herida que, muchas veces, solo Dios puede restañar. Esto se traduce, con frecuencia, en el distanciamiento de esa persona.

Heráclito de Éfeso escribió: “Hay que mostrar mayor rapidez en calmar un resentimiento que en apagar un incendio, porque las consecuencias del primero son infinitamente más peligrosas que los resultados del último; el incendio finaliza abrasando algunas casas a lo más, mientras que el resentimiento puede causar guerras crueles, con la ruina y destrucción total de los pueblos”.  

“El resentimiento es ira reprimida”, un veneno que altera la salud interior. Francisco Ugarte expresa que “es quizás el peor enemigo de la felicidad, porque impide enfocar la vida positivamente y aleja a la persona del bien que le corresponde como ser humano”.

Describir el enojo hace que pierda fuerza y disminuye su influencia en nosotros, escribir lo que siente y romperlo una semana después. A muchas personas les ha ayudado hacer oración: contarle a Dios, con el corazón en la mano, lo que le afecta. 

La gratitud es lo opuesto al resentimiento, descubrir lo positivo que hay en nuestra vida y dar las gracias por ese regalo. Quien no espera nada, ni exige nada para sí, se alegra por lo que recibe y ordinariamente le parece que es más de lo que merece. 

Aun ante la más grave ofensa, el perdón y la reconciliación son fundamento de la unidad familiar, perdonar es amar intensamente.  

El Papa Francisco comparó el rencor a una mosca en un día de calor. Y pregunta: ¿Te lo llevarás a la tumba? ¡Cuántas lágrimas y sufrimientos podrían evitarse, si el perdón y la misericordia fuesen el camino de nuestra vida! ¡Cuántas familias desunidas! ¿Cuántos hermanos y hermanas que guardan rencor! Hay que reconciliarse cuanto antes.

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