por Satanás ruge a tu rededor, y busca muy hipócritamente devorarte; y dejándote la máscara de la piedad, y sembrando la cizaña en tu alma, tiende infamemente a arrancarte de los brazos del Señor, tu único Dueño, tu Tesoro, tu felicidad y tu Todo.
Pone a tu paso mil hermosos colores falsos; tiende ante ti unas redes finísimas, pero al fin redes que te harán caer más o menos tarde. Con la ilusión de un santo porvenir te desvirtúa el presente, llenando a tu alma de basura, a tus ojos de arena, a tu imaginación de tontas soberbias, de sonrosados horizontes, de vanas quimeras, de humo, de ENGAÑOS MIL.
Y a este río desbordado ¿quién podrá poner el dique? ¿quién? solo tú, querida Concha, solo tú, ayudada de la divina gracia que todo lo puede, del amor a Jesús que todo lo vence[1].
Estos párrafos están tomados de la primera carta que Concepción Cabrera dirige a su hija Concha, que entonces tenía quince años y aún vivía en la casa materna.
Son consejos llenos de sensatez, fruto de la experiencia que ella tiene de las acechanzas y los ataques del enemigo.
Sus palabras nos hacen recordar varios textos bíblicos: «Tengan cuidado y estén siempre alertas, pues su enemigo, el diablo, anda como león rugiente buscando a quién devorar» (1P 5,8); el enemigo –el diablo– que siembra cizaña entre el trigo (cf. Mt 13,25.39)…
El demonio no ataca de frente; procede hipócritamente, seduce, crea ilusiones. La fidelidad a Jesucristo debe llevarnos a «poner un dique» a ese río desbordado de mentiras y engaños.
Se trata, pues, de una guerra sin cuartel, que durará toda la vida; una lucha «contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales malignas» (Ef 6,12). En esta lucha contamos con la ayuda «de la divina gracia que todo lo puede» y «del amor a Jesús que todo lo vence».
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Artículo tomado del libro: Con todo el fuego de tu corazón.
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[1] Carta escrita el 6 enero 1906, en Cartas a Teresa de María, México 1989, 7-8.
