5 de julio de 2024

Como lámpara de Sagrario

Sí, una vida de servicio a los demás es analogía de las lámparas de Sagrario. Esas lámparas que custodian al tabernáculo en los oratorios, eficaces a los ojos de Dios y que, sin hacer alarde, acompañan también a los cristianos, nuestros amigos, familia, a todos nosotros.

Con nuestro testimonio, con nuestro trabajo cotidiano, nuestra alegría y serenidad ante las dificultades, con nuestro tezón, podemos ser como lámparas de Sagrario, que iluminemos de vida cristiana, que tanta falta hace, a nuestros hermanos, los hombres.

Y, como lámparas, al modo de candelabros y de velas, gastar la propia vida llevando a Cristo y la buena nueva a todos aquellos rincones, de manera humilde y silenciosa, pues no se necesitan heroísmos grandilocuentes, llevando la luz que ilumine la oscuridad.

Pero, me has de decir, ¡sí, yo también le necesito! Y ¡hay veces que me siento caer! Piensa: “Cristo me llama, mis hermanos me necesitan”. “Acudiré a la fuente, y rezaré todavía más y platicaré todavía más con mi Señor y acudiré a la Eucaristía, alimento y fuente de amor, cada vez más”.

Porque no se puede dar lo que no se tiene y porque no se puede amar a quien no se conoce. Es, por eso, que los santos acudían a la oración constantemente. Por más trabajo que tuvieran, por más apostolados que les llamaran, siempre, Jesús primero, siempre el alimento espiritual por delante, para fortalecerse en la propia misión de vida y poder arder como verdaderas lámparas de Sagrario, testimoniando la presencia del Señor.

Comparto con ustedes estas oraciones cantadas por los Misioneros del Espíritu Santo, que vienen muy a propósito para pedir fuerza, para llevar a cabo la propia misión de vida.

Sí, una vida de servicio a los demás es analogía de las lámparas de Sagrario. Esas lámparas que custodian al tabernáculo en los oratorios, eficaces a los ojos de Dios y que, sin hacer alarde, acompañan también a los cristianos, nuestros amigos, familia, a todos nosotros.

Con nuestro testimonio, con nuestro trabajo cotidiano, nuestra alegría y serenidad ante las dificultades, con nuestro tezón, podemos ser como lámparas de Sagrario, que iluminemos de vida cristiana, que tanta falta hace, a nuestros hermanos, los hombres.

Y, como lámparas, al modo de candelabros y de velas, gastar la propia vida llevando a Cristo y la buena nueva a todos aquellos rincones, de manera humilde y silenciosa, pues no se necesitan heroísmos grandilocuentes, llevando la luz que ilumine la oscuridad.

Pero, me has de decir, ¡sí, yo también le necesito! Y ¡hay veces que me siento caer! Piensa: “Cristo me llama, mis hermanos me necesitan”. “Acudiré a la fuente, y rezaré todavía más y platicaré todavía más con mi Señor y acudiré a la Eucaristía, alimento y fuente de amor, cada vez más”.

Porque no se puede dar lo que no se tiene y porque no se puede amar a quien no se conoce. Es, por eso, que los santos acudían a la oración constantemente. Por más trabajo que tuvieran, por más apostolados que les llamaran, siempre, Jesús primero, siempre el alimento espiritual por delante, para fortalecerse en la propia misión de vida y poder arder como verdaderas lámparas de Sagrario, testimoniando la presencia del Señor.

Comparto con ustedes estas oraciones cantadas por los Misioneros del Espíritu Santo, que vienen muy a propósito para pedir fuerza, para llevar a cabo la propia misión de vida.

Sí, una vida de servicio a los demás es analogía de las lámparas de Sagrario. Esas lámparas que custodian al tabernáculo en los oratorios, eficaces a los ojos de Dios y que, sin hacer alarde, acompañan también a los cristianos, nuestros amigos, familia, a todos nosotros.

Con nuestro testimonio, con nuestro trabajo cotidiano, nuestra alegría y serenidad ante las dificultades, con nuestro tezón, podemos ser como lámparas de Sagrario, que iluminemos de vida cristiana, que tanta falta hace, a nuestros hermanos, los hombres.

Y, como lámparas, al modo de candelabros y de velas, gastar la propia vida llevando a Cristo y la buena nueva a todos aquellos rincones, de manera humilde y silenciosa, pues no se necesitan heroísmos grandilocuentes, llevando la luz que ilumine la oscuridad.

Pero, me has de decir, ¡sí, yo también le necesito! Y ¡hay veces que me siento caer! Piensa: “Cristo me llama, mis hermanos me necesitan”. “Acudiré a la fuente, y rezaré todavía más y platicaré todavía más con mi Señor y acudiré a la Eucaristía, alimento y fuente de amor, cada vez más”.

Porque no se puede dar lo que no se tiene y porque no se puede amar a quien no se conoce. Es, por eso, que los santos acudían a la oración constantemente. Por más trabajo que tuvieran, por más apostolados que les llamaran, siempre, Jesús primero, siempre el alimento espiritual por delante, para fortalecerse en la propia misión de vida y poder arder como verdaderas lámparas de Sagrario, testimoniando la presencia del Señor.

Comparto con ustedes estas oraciones cantadas por los Misioneros del Espíritu Santo, que vienen muy a propósito para pedir fuerza, para llevar a cabo la propia misión de vida.

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