8 de junio de 2025

¿Por qué hay dos Credos?

De hecho, a lo largo de la historia del cristianismo, se han compuesto muchos más credos. Ya los Evangelios atestiguan varias declaraciones de fe de los apóstoles: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt. 16:16); o también “Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios” (Jn. 6:69). En diversas circunstancias, la Iglesia ha considerado necesario plasmar aspectos particulares de nuestra fe; incluso, podríamos decir que el catecismo funciona como un gran credo.

En la actualidad, los católicos utilizamos, principalmente, dos credos: el Niceno-Constantinopolitano (el credo “largo” que proclamamos en cada misa) y el de los apóstoles (que usamos en tiempo de Cuaresma y Pascua y en el rito del Bautismo). Ambos provienen del siglo IV. Si bien existen credos más recientes, la Iglesia considera que estos dos manifiestan nuestra fe de la mejor manera.

El credo de los apóstoles es uno de los más antiguos, aunque no hay certeza de que, realmente, lo hayan compuesto los apóstoles. Se llama así porque recoge, de manera sintética, los fundamentos de la fe que ellos proclamaron — y, por eso, lo seguimos utilizando. Conforme se expandió el cristianismo, fue necesario combatir herejías que planteaban problemas teológicos importantes, como la naturaleza de Jesús. Así, en los concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381), se formalizó el credo largo (o más preciso) que usamos comúnmente.

Aunque este credo es más detallado, en realidad, no es un resumen de nuestra fe. Por ejemplo, no habla sobre la Eucaristía, otros sacramentos fuera del Bautismo, los dogmas Marianos o la oración. Más que una síntesis, es un punto de partida. En este sentido, el credo es una puerta abierta, una invitación a profundizar en nuestra fe y nuestra relación con Dios. Observar las diferencias entre los dos credos y comprender sus significados nos ayudará a proclamar nuestra fe con mayor convicción.

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