28 de junio de 2025

Presentación de Jesús en el Templo

El 2 de febrero, cuarenta días después de la Navidad, celebramos la Presentación del Niño Jesús en el Templo, recordando el encuentro luminoso entre Jesús y la humanidad entera. En el reconocimiento del Mesías, por parte de Simeón, y de Ana, la confirmación de una gran tenacidad a pesar de su fragilidad, venciendo la tristeza y la desolación

Según el Antiguo Testamento, (Lv 12,1-8) al dar a luz una mujer era impura, durante cuarenta días. Pasado ese tiempo, debía acudir al templo y ofrecer como sacrificio de purificación un cordero y una paloma joven; si no tenía recursos, dos palomas jóvenes.

María y José llevaron su ofrenda para la ceremonia de la purificación, como eran pobres, entregaron dos palomas blancas. Todos los primogénitos debían de ser consagrados al Señor, en recuerdo de los primogénitos de Egipto que había salvado Dios, por lo que llevaron a Jesús para presentarlo en el Templo de Jerusalén.

«Había entonces en Jerusalén un hombre muy piadoso y cumplidor a los ojos de Dios, llamado Simeón. Este hombre esperaba el día en que Dios atendiera a Israel, y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Mesías del Señor. El Espíritu también lo llevó al Templo en aquel momento. Como los padres traían al niño Jesús para cumplir con él lo que mandaba la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios con estas palabras: Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz como le has dicho. Porque mis ojos han visto a tu salvador, que has preparado y ofreces a todos los pueblos, luz que se revelará a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel” (Lc, 2-30-35)

Simeón reconoció de inmediato al Mesías. José y María escuchaban maravillados todo lo que decía del niño. Simeón, tomando a Jesús en sus brazos, con el corazón lleno de alegría, los bendijo. Dirigiéndose a María le dijo: «Mira, este niño traerá a la gente de Israel ya sea caída o resurrección… A ti misma una espada te atravesará el alma»

Estaba también Ana, una profetisa muy anciana, de la tribu de Aser. “No se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones». Acercándose a la sagrada familia comenzó a alabar a Dios. Después de haberlo conocido, hablaba del niño, a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.

Este día, se recuerdan las palabras de Simeón, llevando candelas (velas hechas de parafina pura) a bendecir, simbolizando a Jesús como luz de todos los hombres. De aquí viene el nombre de la “Fiesta de las candelas” o “Día de la Candelaria”.

Así como Simeón y Ana fueron personas llenas de amor, dedicadas al servicio de los demás y esperaban con gozo el día en que podrían conocer a Jesús, para amarlo y bendecirlo, así nosotros seamos luz ,cada día de nuestra vida, siendo testimonio viviente para los demás.

¡Abramos nuestro corazón al amor infinito de Jesús y sigamos sus enseñanzas!

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