3 de julio de 2024

A todo esto… ¿Para qué fui creado?

Antes que nada, quiero expresar mi deseo para que, este año 2022, que recién empieza, pueda ser un año de triunfos y aprendizajes para todos nosotros. Que Dios derrame su bendición sobre este pueblo suyo que peregrina en la Tierra.

Es posible que, en algún momento de nuestras vidas, haya surgido una pregunta muy específica, que nos convoca a reflexionar sobre nosotros mismos y sobre el sentido de nuestras vidas: ¿Para qué fui creado? Generalmente, esta duda se da en un contexto de crisis, cuando empezamos a dudar de nuestras capacidades, cuando los resultados de nuestras acciones no son los esperados o cuando se empieza a sentir cierta sequedad en nuestro día a día, aunque, también, puede surgir después de un ejercicio de búsqueda de sentido, de llamado…de plenitud.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que Dios creó al hombre para “hacerle partícipe de su vida bienaventurada” y para “hacernos herederos de la eterna bienaventuranza”. Pero ¿qué significa esto para el cristiano de a pie, que seguramente vive inmerso de dinámicas sociales que hacen que – en algunas ocasiones — peligre su individualidad y se vuelva una persona más que sirve a una sociedad con fines utilitarios?

Es común escuchar a jóvenes y adultos decir que sienten insatisfacción en sus vidas, porque se ven obligados a trabajar en cosas o lugares que, simplemente, “no los llenan”. Lo que pareciera ser un arrebato de egoísmo, ante las necesidades de la sociedad, yo lo veo más bien como un grito que viene más allá de los deseos superficiales, pues se podría decir que, muchas veces, estas sensaciones evocan un deseo profundo del corazón, que se puede traducir como un deseo de plenitud en la vida.

Entonces, para responder a esta sensación de insatisfacción, hay una noticia: ¡no existen fórmulas absolutas! Eso puede ser una buena noticia, significa que es uno mismo el que encuentra su propio camino, haciendo patente que es único e irrepetible ante los ojos de Dios; pero, también, podría parecer una mala noticia porque eso pone la responsabilidad de encontrar la plenitud personal en uno mismo. Sea como sea, estos caminos llevan a una meta universal: la plenitud y satisfacción que solo Dios puede dar y que San Agustín reconoce cuando dice “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

A esta búsqueda del camino ideal, para alcanzar la plenitud, se le llama búsqueda vocacional. Así es, no solamente quienes quieren ser sacerdotes tienen vocación. ¡Todos tenemos una vocación! ¿Cómo encontrarla? Esa es la respuesta que yo no puedo dar, porque solo uno mismo lo puede hacer. Pero la buena noticia es que no es un proceso que se deba vivir sólo; para eso, se puede acudir a alguien que te acompañe en este caminar, puede ser un amigo cercano, un familiar o alguna figura de autoridad, como alguien a quien admires o algún sacerdote.

Es posible que este año hable mucho de este tema, mientras tanto, que te quede una pregunta para reflexionar en este mes: ¿De verdad me siento pleno con lo que hago? Ese es el primer paso para descubrir tu hermosa vocación.

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