por Hoy, 21 de enero, celebramos la fiesta de Santa Inés, patrona de las jóvenes, las novias, las prometidas en matrimonio, los jardineros y de quienes quieren vivir la virtud de la pureza.
Inés proviene del nombre “Agnes”, y este, a su vez, del vocablo latino “Agnus”, que significa cordero, por lo que se le ha vinculado, con los corderos blancos y su lana. Con esa lana se confecciona el palio arzobispal, ornamento distintivo del arzobispo metropolitano o del Papa cuando preside una celebración la lana blanca tiene una delicada presencia.
Inés era una joven hermosa, de familia noble, pretendida por muchos influyentes y ricos jóvenes romanos. Inés los rechazaba alegando que estaba comprometida con Cristo, pues había dedicado su vida y su corazón a Jesús.
El hijo de un gobernador romano, al verse despreciado por ella, la denunció como cristiana ante las autoridades civiles, quienes por haberse negado a rendirle culto a la diosa Vesta, tomaron la decisión de aplicarle un terrible castigo, común entre las doncellas de esa época que querían mantenerse vírgenes: Sería llevada a un prostíbulo para que fuera ultrajada y su voluntad doblegada. Pero Inés salió prodigiosamente intacta de esa condena, pues según dicen, el único hombre que se atrevió a acercarse a ella cayó muerto a sus pies.
Inés escapó. Los romanos organizaron su recaptura. Al ser hallada, Inés supo que le esperaba la muerte. Primero, fue puesta en la hoguera, pero las llamas no le hicieron daño, por lo que la llevaron ante el verdugo para ser decapitada. Así murió el año 304.
De acuerdo al tratado de San Ambrosio sobre las vírgenes, Santa Inés murió con tan solo doce años y pese a su juventud dio ejemplo de gran fortaleza permaneciendo firme durante su martirio: Inés se mantuvo “inalterable, al ser arrastrada por pesadas y chirriantes cadenas”.
Añade San Ambrosio: “Fue capaz de dar fe de las cosas de Dios una niña, que era incapaz legalmente de dar fe de las cosas humanas, porque el Autor de la naturaleza puede hacer que sean superadas las leyes naturales”. “En una sola víctima tuvo lugar un doble martirio: el de la castidad y el de la fe. Permaneció virgen y obtuvo la gloria del martirio”.
A Santa Inés se le representa como una niña o jovencita orando, con una diadema en la cabeza y una especie de estola sobre los hombros, en alusión al palio -hecho de lana blanca. A sus pies o en sus brazos suele representarse un cordero.
En la mañana de cada 21 de enero se bendicen dos corderitos, que después ofrecen al Papa para que, con su lana sean tejidos los palios destinados a los Arzobispos.
La antiquísima ceremonia tiene lugar en la iglesia de Santa Inés, construida por Constantina, hija de Constantino, hacia el 345.
