3 de julio de 2024

Estamos en la mirada de Jesús,

mirémoslo con un corazón agradecido.

Últimamente el Señor me ha permitido reflexionar sobre lo importante que es la vista y cómo los oftalmólogos llevan a cabo varios procedimientos para restaurar la visión dañada.

Qué importante es poder ver, y que bueno para nuestra salvación, que Dios nos mira con mirada de Dios.

¡La mirada de Jesús, no es nuestra mirada! Jesús nos mira con ternura y compasión, y por el conocimiento que tiene de nuestras fragilidades y condiciones humanas, nos ofrece sanación, nos da la opción de ver con más claridad lo que anhela para nosotros, conoce nuestras enfermedades del alma y cuerpo y nos brinda las herramientas para que por medio de ellas, nos conformemos a su voluntad.

A Jesús le gusta verse a sí mismo en cada uno de sus hijos: “Yo ya no vivo, pero Cristo vive en mí.  Todavía vivo en la carne, pero mi vida está afianzada en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Ga 2, 20)

Por medio de San Pablo Jesús también nos da las “medicinas” para que tengamos un alma fuerte y lista para combatir cualquier tribulación: “Manteneos firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, calzados con el celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del maligno.  Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.  Manteneos siempre en la oración y la súplica, orando en toda ocasión por medio del Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos.” (Ef 6, 14-18)

Como un propósito de fin de año les propongo agradecerle a Dios por como nos mira y por los muchos lugares en los que nos permite mirarlo:

Gracias Señor por que te vemos en tu Sagrario, en tu Custodia, en nuestra comunidad, parroquia, amigos, padres, hermanos y vecinos, en los que nos rodean, en el sol, la luna, las estrellas, el día y  la noche, en los acontecimientos que nos toca vivir, en los que sufren y en los están alegres.

Regálanos tu mirada compasiva, Jesús.  Queremos tener tus sentimientos, ¡habita en cada uno de nosotros!, que nuestro Padre nos mire con tierno amor.

Que el Espíritu Santo derrame una cascada de dones y gracias para que, acompañados de María, nuestra Madre fiel e incondicional, caminemos en tu paz y alegría en este año que nos espera y después en el Cielo con la Cruz del Apostolado Gloriosa.

¡Gracias oh Dios Trino y Uno!, recibe nuestra gratitud desde hoy y para siempre.  Amén.

Les pido especialmente que le demos gracias a Dios por las familias que fomentan en sus hijos que sigan su llamado vocacional, ya sea a la vida matrimonial como a la vida religiosa y sacerdotal.  Gracias a estas familias que oran en comunidad y en unidad con el Papa, se intercede para que cada día haya mas santos laicos y consagrados.

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