8 de julio de 2024

Navidad, navi “dar”

Jesús, este tiempo de Adviento llega, hoy, a su final. Has vivido nueve meses en el vientre de María, la llena de gracia. Es el momento en que empiezas una vida nueva. Pasarás, en esta noche, a sus brazos amorosos, te envolverá en pañales, te pondrá en un pesebre, dirá a todos, en su silencio misterioso, que estás ahí para ser de todos, para que todos te podamos recibir.

Y pienso, mi Jesús, y traigo a mi oración, de este 24 de diciembre, a los miles y miles de hermanitos y hermanitas nuestros no nacidos, indefensos, destruidos alevosamente en el vientre de sus madres. Son santos y santas pequeñitos, que claman justicia, convertida en conversión para todos los legisladores, médicos, traficantes que actúan usurpando el lugar de tu Padre, para decir el momento y el cómo de su nacer y de su morir.

Pero, hoy, Jesús, es Tu vida, Tu vida en nuestra vida. Si contemplara mi planeta tierra desde la altura adecuada, me daría cuenta de todo lo que en todo el mundo se desata de entusiasmo, alegría, asombro, en relación con tu Navidad. Hoy, vivimos tu nacimiento.

Eres Emmanuel, “Dios con nosotros”, en la oración, en la Eucaristía, en el servicio humilde, en la solidaridad, en la armonía familiar, en la integración de nuestra Iglesia caminando a la santidad. Eres “Dios de la creación”, que todo lo haces posible y lo sostienes por amor. En esta Navidad, te contemplo “pequeñito”, así te podemos recibir, cuidar, amar. Eres Jesús, “Dios salva”, que nos recuerda el misterio asombroso de la encarnación; creador y redentor, naces para hacernos nacer contigo a un proyecto amoroso de salvación de tu querido Padre Dios.

Hoy, mi querido y pequeño Jesús, celebramos tu nacimiento, y  contemplamos a tus padres, que te recibieron con tanto amor, fortaleza y ternura: José y María te cuidarán como nadie, te llevarán, cada día, a vivir dando vida, te enseñarán a amar, amándote apasionadamente, te verán crecer “en conocimiento, estatura, amor”. Son lo mejor que esta humanidad tiene para recibirte.

Muchas veces, te cantamos: “¡Ven, Señor Jesús!”, pero no podemos pedirte que vengas y, luego, distraernos con regalos, lucecitas, arbolitos, compras, viajes, comidas…. ¡Ay, Jesús, si pudiera hacer un silencio especial! Sí, un silencio de admiración y contemplación, un silencio de adoración para perderme en esa tu primera mirada, acercarme mucho a ti, escuchar cómo es el latido del corazón de Dios y cómo respira el que viene a darnos un nuevo aliento .

Has entrado de lleno en nuestra historia, para hacerla nueva y plena.

¿Qué sería nuestro mundo sin tu presencia? Simplemente no sería, nada existiría.

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