3 de julio de 2024

Navidad no es una simple celebración

¡Ya llegó diciembre! Y, con él, viene todo un ambiente que se impregna en el aire. Vemos cómo los centros comerciales se empiezan a adornar con escarcha verde y luces blancas; por la calle, los vecinos ponen figuras navideñas y, en nuestras propias casas y hasta oficinas, comenzamos a ver árboles de Navidad, nacimientos, luces y colores. Indudablemente, Navidad se ha vuelto una de las pocas fechas que involucran a todas las personas, seamos creyentes o no.

Sin embargo, para el que es creyente en Cristo, todos estos ornamentos y simbolismos nos deben evocar a otras realidades, esas que nos hacen salir de nuestra zona de confort y fijarnos en un niño indefenso. Sabemos que, para los cristianos, la Navidad trata de festejar la Encarnación de Dios, el nacimiento de Jesús, para traernos la Salvación. Hoy, me gustaría reflexionar más con respecto a la forma en que vino Jesucristo y no tanto al fondo de su propósito.

Cristo vino al mundo en medio de pobreza. No nació en un palacio, ni en un hospital; vaya, ni siquiera nació en la casa de sus padres, no porque María y José no tuvieran casa, sino porque un censo los obligó a salir de Nazareth y viajar hasta Belén. Tampoco nació rodeado de su familia extendida, ni de amigos de sus papás, solo recibió la visita de pastores desconocidos y, más adelante, de unos sabios de oriente.

Ahora, cabría preguntarnos ¿cuántas personas van a pasar así estas fiestas decembrinas? ¿Cuántos niños nacerán en medio de la pobreza, tal vez fuera de la ciudad de residencia de sus padres? ¿Cuántas personas pasarán solas Navidad, sin ningún familiar o amigo que vaya a visitarlos, aunque sea unas horas? ¿Cuántos pasarán frio y hambre en esa noche que, para algunos, se traduce en una cena desmesurada?

El propósito de esta reflexión no es amargar esta Navidad, ni eliminar toda la ilusión y alegría que se encierran en estas fechas, sino simplemente voltear a ver al que no pasará tan bien esta celebración como nosotros y tomar conciencia de ello. Tal vez sea buena idea que, como regalo de Navidad, podamos salir a las calles a pasar tiempo con el vagabundo, o regalarle comida o cobijas a aquellos que piden limosna en la calle o, simplemente, pensar en cómo moderar los platillos para nuestra cena navideña, para que no haya necesidad de tirar nada.

Al final de cuentas, si creemos en Cristo y en su mensaje, estaremos de acuerdo que, al final de nuestros días, seremos juzgados en el amor. Intentemos ver en el otro, de forma empática y compasiva, a Jesús mismo. Ese será el primer paso para amar al prójimo.

Pasen una feliz Navidad y deseo que el Señor traiga muchas bendiciones para todos, en este año 2022.

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