1 de julio de 2024

Aprendiendo a orar…

¿Qué buscas cuando haces oración? Normalmente, buscamos la ayuda de nuestro buen Padre Dios, en todo aquello que nos acongoja en la vida. Somos seres humanos, tenemos fragilidades y debilidades. Le contamos al Señor nuestras preocupaciones, nuestros agobios, con la finalidad de encontrar auxilio, remedio y consuelo.

Sin embargo, en el Padre Nuestro, Jesús nos dejó una gran enseñanza: “hágase tu voluntad”. Por tanto, necesito ponerme en sus manos, como oraba Conchita Cabrera: “No lo que yo, sino lo que Tú; no como yo, sino como Tú; no cuando yo, sino cuando Tú”. Si Dios me ama, ¿no querrá lo mejor para mí? ¿Por qué lo dudo?

Cuando hago oración, ¿realmente me interesa estar con Él? El Señor sabe que necesito, requiero un abandono total en Él, confiar ciegamente que aquello que el Señor me manda es para su Gloria. Este gran paso me unirá completamente a Dios, apreciando todo en el día a día, sabiendo que, siempre, será para mi bien.

Jesús nos escucha siempre, aún más cuando se calla, cuando parece que no me escucha, hay que ser pacientes, no perder la esperanza, sabemos que, si no se ha dado aquello que necesito, es porque el Señor tiene algo mejor para mí, o para que lo pida con mayor fervor. Así, cuando me sea concedido, podré valorar y agradecer más aún su intervención.

Dios sabe lo que pasa, lo que necesito, su contexto y perspectiva es mayor que la mía. El Señor me da el libre albedrío para discernir en mi vida. El amor debe ser libre, voluntario, si no, no sería amor.

Amar a Dios lo es todo, pero debe ser ese amor verdadero que me habilita a dejarme cuidar, guiar y proteger por Él. Dios siempre nos escucha, aunque a veces nos responda con un no. 

Entonces: ¡Hágase, Señor, tu voluntad! 

Deja un comentario