por Las tecnologías digitales nos ofrecen nuevas formas de comunicarnos, aunque también pueden volverse una constante distracción. Ante la tentación permanente de revisar nuestro celular, se ha vuelto difícil estar verdaderamente presentes. La pandemia de Covid-19 ha agudizado esta situación. Al no poder reunirnos cara a cara, debimos acostumbrarnos a interacciones mediadas por las pantallas. En este tiempo, la presencia del otro es inevitablemente parcial.
Estas condiciones también han afectado nuestra experiencia de la liturgia. Con la pandemia, no ir a misa presencialmente ha sido un enorme sacrificio por el bien de todos. Gracias a Dios, las tecnologías actuales nos han permitido seguir alimentando nuestra vida de fe, particularmente a quienes no tienen posibilidades de acudir a una iglesia. Ahora, debemos recuperar la riqueza del encuentro vivo con Dios y nuestros hermanos.
En verdad, Dios nos invita a un encuentro real y profundo con Él en la liturgia. Es cierto que Dios está presente en todo lugar, pero su presencia es especialmente patente en la misa. Nuestro Señor se hace presente de cuatro formas: Primeramente en su Palabra, que es palabra viva y que nos habla personalmente. En el sacerdote celebrante, quien actúa in persona Christi; y en los fieles, que formamos el Cuerpo Místico de Cristo. Sobre todo, Nuestro Señor se hace presente en la Eucaristía: el pan y el vino se convierten verdaderamente en su Cuerpo y su Sangre.
En este sentido, ver la misa por televisión o internet no es una alternativa a acudir a misa presencialmente. Nada puede sustituir el experimentar la presencia de Dios con todo nuestro cuerpo y toda nuestra atención. Por ello, en la medida de lo posible, y con responsabilidad, regresemos a misa.
Ofrezcamos a Dios nuestro tiempo, nuestra atención, nuestra participación y nuestra esperanza, especialmente en este tiempo de adviento. Entonemos con júbilo el canto que dice: ¡Qué alegría cuando me dijeron “Vamos a la casa del Señor”!
