8 de julio de 2024

La vida a través del duelo

Llegó noviembre, estamos a menos de dos meses de terminar este año 2021. Qué rápido o que lento ha pasado el tiempo. No sé si les ha tocado escuchar que el 2020 fue un año perdido, que pareciera que no lo vivimos, tal vez nos dedicamos a sobrevivir y esto me recuerda el siguiente pasaje de Jn20, 13-16.

¿Por qué lloras? Ella les dijo: — Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: — Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo: — Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, para que yo vaya a buscarlo.Jesús, entonces, le dijo: — ¡María!

Que no nos pase lo que a María Magdalena que, teniendo frente a ella la vida, no la reconoció, porque el dolor por la pérdida no le permitió verlo. Todos hemos cambiado en estos dos años, todos hemos perdido un trabajo, un familiar, un amigo, un vecino, un compañero de trabajo, un sacerdote amigo…

Curiosamente, celebramos, el 2 de noviembre, a nuestros difuntos. El único país que celebra a quienes han partido. Colocamos, en nuestra casa, un altar lleno de fotografías de nuestros seres queridos que ya no están, flores, dulces, comida y recordamos anécdotas. Esto nos permite acompañarnos unos a otros en el dolor, que se ha agudizado más en esta pandemia.

Recordar la vida es lo mejor que podemos hacer: lo que nos dejan las personas que queremos, sus enseñanzas; agradecer a Dios por el tiempo compartido, por las risas, llanto y enojos, “honrar la vida”.

La vida habla, incluso, a través del duelo, seamos pacientes y amorosos con nosotros y con quien compartimos. No olvidemos vivir la vida, reconstruirnos, levantar nuestros pedacitos rotos, transformarlos en vida para otros y para nosotros mismos. Las personas que queremos mueren solo cuando nos olvidamos de ellas. Cuando sentimos dolor, es porque un pedacito de ellos está en nosotros y un pedacito de nosotros en ellos.

Estas situaciones nos llevan a salir más fortalecidos. Sostengámonos de los pilares que nos mantendrán a flote: la oración, la comunión con Dios, el arte, la música, el ejercicio, la lectura; todo aquello que ayuda a nuestro cuerpo y mente; tocar la vida de otros, como las personas que ya no están lo hicieron con nosotros.

Vivamos el presente, levantemos la mirada al cielo, admiremos su inmensidad nuestra pequeñez; recordemos que no caminamos solos, que, aunque nos cuesta trabajo entender lo que pasa después de la perdida, siempre habrá vida. Eso es lo que nos muestra Jesús, después de pasar por el calvario. Se presenta ante nosotros diciendo, no se acaba aquí.

Jesús nos regala esos pequeños detalles, esas pequeñas caricias con las que Dios, poco a poco, va uniendo nuestras piezas rotas. Así como lo observamos en la naturaleza, cuando los árboles, en el otoño, cambian sus hojas, sabiendo que llegará el tiempo en que se renovarán por otras, nuevas, brillantes y llenas de vida.

Aprendamos a apreciar la vida, en todas sus etapas.

Deja un comentario